Ruido blanco

Sonidos que viajan. Luces con matices blanco y negro. Donde los sueños se decantan por ondas, viajando a través del espacio donde el tiempo es irrelevante, en el vació de un vaso de cristal roto. Viviendo lentamente, imperceptiblemente. Notas musicales volando, llenando los rincones del alba, llegando hasta tu cuerpo.

Sonidos que duermen. Y te acarician el rostro. Bebiendo el elixir que sale de tu respirar entrecortado. Queriendo meterse en tus pensamientos, poblar tus sueños de viajes fantásticos a través de las tierras que hemos creado. Creando falsas ilusiones y ruido blanco.

Queriendo besar tu cuello. Decirle a tus pies la belleza que ocultan tras esas medias color carne. Acariciando tu vientre en finos movimientos, oliendo, recordando cada poro de tu cuerpo. Sintiendo tu calor.

Besar la punta de tu nariz, tu nuca. Perderme entre la espesura de tu cabello enmarañado, viviendo el sueño de un loco cualquiera al que se le ha permitido la entrada a la casa de los deseos, donde el limite es el cielo de los inmortales al tenerte junto a mí en un viaje de placer, donde se nada entre estrofas de canciones de mil géneros distintos, mezclándose entre nosotros, jugando con nosotros, siendo parte de nosotros...

Ruido blanco. Te amo. Ruido blanco. Te amo. Ruido blanco. Te amo. Ruido blanco. Te amo...

Trilogía del hombre que se encuentra solo. Capitulo perdido: Te Amé

Te amé. Con salsa de soja. En invierno. Cuando me dejaste. Cuando me olvidaste. Te amé. Por mis huevos. Porque el cielo se abre. Porque él frió sabe a noches de mango y alcohol. Porque no sé olvidarte. Porque tus labios saben a perfume de ébano. Te amé. Porque me siento solo. Porque los días pasan a través de mi ventana, llenando el ambiente de sabor dulce de tu cabello. Porque dios me odia. Porque no lo sé hacer. Te amé. En una partida de póquer. Jugando a los bolos con el mundo entero. Te amé. Y te amaré. Donde no haya luz. Donde los recuerdos no signifiquen nada. En el misterio de mi ausencia. Desde hace un mes. Te amé. Con leche y pastel. Con donas glaseadas de chocolate, mosquitos y miedo. En un accidente de auto. Cuando morí. Cuando la vida pasa ante ti. Llevándose los momentos. Te amé. Cantando una canción sin nombre. Riendo. Soñando con lo increíble. Escuchándote. Deteniendo el techo. Te amé. Por pendejo. Sin entenderte. Sin siquiera conocerte. Al ritmo de una batería, con guitarras y bajos, tocando una rola de Portishead, mientras estoy soñando con tenerte, con que algún día me veas, con scratch y líneas de coca, space cookies y arboles bonsái, en un lago de agua tornasol, donde te sumerges y escuchas el sonido de tu voz, donde los besos significan un te quiero y un te quiero es igual al desprecio que siente la luna por los hombres al ver que los besos solo son... Besos. Y olvidan lo importante del mar, porque el te quiero se ha vuelto convencional y no hay suerte en el amor de un ser hacia la inmensidad del firmamento. Porque. Te amé...
 
 

Susurro para Ana

El tiempo se detiene.

Sientes que la mente viaja a otra galaxia. Que los sueños se transforman en mariposas de colores, grises, amarillas. Sientes la prisión de un cuerpo junto al tuyo. El calor de sus dedos sobre tu piel, del viejo vaho sabor a tabaco para pipa y café de grano.

Una piedra sobre la mesa. La misma que entro por la ventana, invitando a salir de la oscuridad, donde no hay seguridad y donde los pensamientos se diluyen entre alcohol y aguamarina. Peces de cartón. Nadando a través del mirar de tus ojos claros, tu cabello lacio y negro azabache. Ojos color jade. Piel morena.

El tiempo se detiene.

Sientes las notas de una música suave, que se oculta entre las curvas de tu cuerpo. Viajas a través de quinientos soles, rodeada de planetas en donde cada paso representa una edad distinta. Sientes el tierno roce de un niño de 21 años, queriendo meterse entre tus anhelos. Queriendo alcanzar tus labios, besar tu frente y salir corriendo.

Capuchinos sabor miel. Vodka en tristes botellas de cristal, esperando a que la tapa salte, para poder correr sobre tu piel, recorrer tu vientre, acariciar tus muslos, bajar a tus pies y transformarse en una estatua de agua, sudor y sexo. Caminar por sobre arena, sobre sal. Quiero que duermas sobre mi regazo, viendo películas malas. Soñando con despertar en un día de sol, frió y lluvia.

Quiero que el tiempo se detenga...

Diario de un demente. Día 3


La cabeza le dolía. Había pasado todo el día en la oficina, frente a la ventana de ese edificio de cristal. Y el sol implacable estuvo chingandola desde las 3:49 de la tarde. Pinche sol.

Salio directo a la farmacia. Pidió lo que sea para el dolor y sin ver siquiera lo que era, tomo dos pastillas de ese frasco blanco y se las trago de golpe. Pago en la caja y salio hacia el frió de una noche de otoño. Abrigo bien su cuello, se acomodo los guantes que le regalaron la navidad pasada y camino hacia su shadow '92 negro. Lo único que quería era llegar a casa para que su pareja le diera un masaje en la espalda, servirse una copa de ron y finalmente tener una sesión de reconfortante sexo. Al parecer, la noche comenzaba a mejorar.

7 minutos más tarde, subió a su auto. Encendió el motor y dejo que la calefacción le llenara la cara. Puso marcha y recorrió la calle iluminada por la luz de la luna, una farola y un semáforo. Estaba en rojo, así que detuvo el coche.

Se sentía mareada. Era la segunda luz verde que veía, pero sus manos no podía mover la palanca de cambios, su pie no accionaba el acelerador. Ni siquiera podía mover los labios y sus ojos estaban fijos en la luz que ahora había cambiado a amarillo y parpadeaba. Sentía su miedo recorrer cuerpo que no era suyo.

Una mano la saco del auto, la arrastro rodeando el carro y la puso en el asiento del copiloto. Podía oler su perfume. No le era familiar. Trato de voltear, pero le era imposible. Sintió que el coche avanzaba, que los edificio se movían. Pero no la llevaban a ningún lado. Veía que salían de la ciudad. Alcanzo a reconocer la cafetería de la salida hacia puebla. No sabia que ocurría. Quería gritar, pero sus lamentos se quedaban en su mente.

Aquella mano fétida acaricio su frente. Seco una lágrima que bajaba por su mejilla. Sentía un frió excesivo. Sentía desesperación, Y sentía miedo.

Vio como la bajaban del carro. La dejaron tendida en la hierba. Poco a poco aquel hombre la iba desnudando, hasta que solo quedo en ropa interior. Trato de moverse, pero solo salio un respiro de su boca. Sintió él frió del acero acercarse en la piel de su vientre, adentrarse en la calidez de su sexo. Sintió que la desgarraban por dentro. Lloraba.

-Shss, no temas. Prometo que no sentirás cuando mueras.

20-25. 6 días de luto

Carnal.

Es cierto que la vida nadie la tiene comprada. Es cierto que el tiempo pasa volando, como si de viento arrancando polvo y lagrimas se tratara. Es cierto que te has ido, pero te siento junto a mí.

¿Porque no me hablaste cabrón? Si siempre lo hacías, ¿porque esa noche no? ya ni chingas, ahora nos has dejado vacíos del alma, vacíos.

Eramos tres, ahora solo quedamos dos. Y perdón por no ir al cementerio. No pude. Verte bajando en una caja estúpida, me habría paralizado. Triste ironía del destino, ¿no? Siempre bromeábamos de que yo moriría primero. Pero eres un pinche necio y me ganaste la carrera. Y ahora no podre empujarte más. No podre reirme de tus chistes (que eran malos, aceptemoslo) no podre invitarte más a mi casa.

Sabes, durante tu velación, solo me quedaba mirando el horizonte. Una que otra platica ocasional, abrazos y cigarros. Y es que, no te vi. No te vi, no me atreví a hacerlo. Quiero quedarme con tu recuerdo de chavo alegre, desmadroso, fiel. No negare que en ciertos momentos, me bloqueaba. No pensaba.

El día de tu misa, llegue tarde. Tenia años que no pisaba una iglesia. Y llegue tarde. El simple hecho de pensar que seria el último adiós me paralizo más de diez minutos en un semáforo. Y la gente pitaba y me la rayaba. Y solo quería que alguien se bajara, para poder romperle su madre, desahogarme.

No llore y no pienso hacerlo. Porque sé que no lo querías. Nunca te gusto veme llorar. Y pocas veces, me ofreciste tu hombro, cuando de plano ya no aguantaba. Y no tardabas en poner las cheves y nos íbamos de pedos toda la noche. Extrañare todo eso.

El 25 es mi cumpleaños, cumplo 21 para ser exactos. Y espero que me mandes mi botella. Acuérdate que estábamos planeando la peda, la que debió de haber sido una peda magistral, con mucho vodka, tequila y whisky. Seria en mi casa, con los tres primos, en lo que debió de haber sido una noche inolvidable. Y de allí nos iríamos a un table, a pasar el rato. Me agüitaste mi cumpleaños cabrón.

Todos dicen que la muerte de un hijo es lo peor. Pero que pasa cuando entierras a un amigo, un hermano, un primo. No hay palabras. Porque entierras a tres personas diferentes, entierras tus metas y tus sueños compartidos. Y solo te queda la nada. Y el triste recuerdo, la vaga esperanza. Y la mierda de mundo.

Donde estes cabrón, te mando un abrazo. Y prometo que solo me dolerá hasta el 25. Después, me empedare y brindare en tu honor. Porque sé que si yo hubiera muerto en vez de ti, tú harías lo mismo.

Juan Carlos Ramírez Vargas. 
6/6/1991 - 20/11/2010
Q.E.P.D

...4.44 Minutos de viaje

Les presento mi corto..

Critiquenlo, Gozenlo, Maldiganlo... Pero no dejen de verlo.


Primer Corto de Alejandro Aguilar en colaboración con Edgar Araiza (Dark Angel y Lars 45) donde muestra la soledad de un mundo donde todo se mueve... Pero nada esta vivo.

Caminamos en esta vida en automático. Salimos, avanzamos, sin prestar atención a los detalles que pueden cambiar nuestro día, que "cambian" nuestra vida.
Nos absorbemos en la rutina, rutina que nos consume, a tal grado de asfixiarnos. Y no vivimos. Y todo se mueve... Pero nada esta vivo.

http://www.youtube.com/user/rockhevy1000
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Diario de un Demente. Dia 2

Gritos en mi mente. Bosques en mis manos. Se levanta la navaja durante nueve días. Y solo queda esperar a que mi madre me grite, me perdone, me sienta, me odie.

Todo puede cambiar.

Niebla en mis pasos. Mujeres, niñas, ancianas. Mis ojos buscan la tranquilidad de acero cortando, abriendo, brotando. Viendo la transformación, admirando el carmín, sin pensar, callando. Soñando.

Mente libre.

... 5 minutos de viaje. Cielo azul, plantas, prostitutas. Una paloma cayendo en círculos, para encontrar la muerte azotándose contra el piso, brotando plumas, sangre y semen. Mi mano en el bolsillo es culpable de eso.

Risas.

Risas de la mosca parada sobre las miles de caras de mi cuarto. Cada una tiene su historia, puestas sobre hilos efímeros de un pasado de violaciones. ¡Maldito seas cabrón!

Corto mi cara, deformando lo que se refleja en el espejo. Y me arrincono en un rincón, tapando mi nuca con ambas manos, esperando un bombardeo. Y lloro, porque la carne fresca que espera en cama, aún palpita...

Porque yo soy Dios. Y mi obra es perfecta...

Diario de un Demente. Día 1

Las luces blancas del techo se apagaron una a una, rítmicamente. El cielo se mostraba despejado, con una que otra estrella perdida.

Nubes.

El tiempo se detenía tras esa falda. Solo importaba la forma de hacerlo. Pareciera que Plutón se había alineado con Marte. El destino estaba a su favor. Solo necesitaba más tiempo. Más tiempo.
Ella caminaba entre frio y cristal. Caminaba hacia la inocencia. Caminaba durante la noche. Solo caminaba.

Sus manos trabajaron solas. Sujetaron, apresaron, asfixiaron los sueños y la boca. Tocaron la piel cálida de un cuerpo inexistente en un mundo perdido. No pensaba, solo desgarraba, presa del frenesí y la locura del momento.

Silencio.

Ojos claros. Inexpresivos, viendo fijos el horror y la luz de la luna filtrada a través de la ventana.

Sexo.

El techo funge como anónimo espectador. Gotas de sudor caen de su frente. Y dan a parar a un pecho sin color. Sin vida.

Las sangre brota, coloreando unas pantis rosadas. Solo bastan 5 minutos para que la candidez desaparezca. Miedo.

Moscas en torno a una niña de 9 años. Viejos edificios cubiertos por sol y tierra. Pintura de aceite. Viejos periódicos sobre la pelvis. Un suéter de lana. Dios no existe. Porque yo soy Dios.

Y Dios dice que su obra es perfecta.

Helado de limón

Solo esperas a esa persona que, aunque sabes que no te puede bajar la luna y las estrellas, sientes como si lo hiciera...

Esperas los detalles que te hacen reír de la nada y así llenar el ambiente con esa risa tan tuya, esa que desbordas de tal forma que las personas que te rodean, ríen, sin saber porque...

Esperas aquella sombra que se aleja, solo para que cuando dejes de verla, marcar su número y esperar a que te devuelva la llamada… Y lo haces solo para poder decirle lo mucho que lo extrañas…

Solo esperas a que el cielo se torne de gris para sumergirte en sus brazos… Y así, arrojarte hacia el infinito…

Esperas el momento exacto para hacerlo callar con una mirada… Para que te mire con esa expresión tierna que te derrumba y te construye por dentro, todo al mismo tiempo…

Esperas los días que sale de viaje, cuentas las horas de su ausencia, los minutos detrás del teléfono… Para poder decirle, estoy aquí...

Esperas, sientes, vives cada día como si fuera el último… Porque no quieres que nunca termine… Y así, cuando llegue la noche, poder decirle te amo...

Esperas a esa persona que te hace sentir única, esperas a la persona que al invitarte un helado de limón (ese que odias) lo convierte en un beso… Esperas, durante las tardes de verano, sumida en sueños e ilusiones, durante las noches cálidas de noviembre… Esperas a la persona que dedique su vida hacia ti… Para poder dedicarle la tuya a él…

Esperas a que tiempo pase suavemente, juegas a romper el silencio, le mientes a tu mente… Solo para dejarte llevar por el momento…

Esperas los desayunos de café con leche y pan tostado, las manchas en la camisa y los domingos de cine y una frazada caliente… Y solo esperas y esperas… Y no te das cuenta de que lo tienes enfrente…

Hasta que eso que esperas te robe los sueños… Y bese tu frente…

El arte de olvidar

-¿Es que acaso no recuerdas?
-No. Lo siento.
-Fuck you.

El sentimiento de olvidar es algo curioso. Causa pena, dolor, enojo. Y sin embargo, una completa indiferencia, que hasta te hace sentir bien. Y eso causa más que nada, enojo.

Realmente no se porque olvido la mayoría de las cosas. Olvido quitar las llaves del auto, los cumpleaños, si comí, dormí o soñé. Suelo ser malisimo en una relación, olvido donde hay que recoger a la chica, su odio hacia la comida china y las películas serie B. Me pasa que a veces olvido encender el celular o recargar la batería. Y no puedo olvidarte.

Mi capacidad para olvidar es como que neutral. Me ha traído cosas buenas y malas. Olvidar cosas, me hace comprar cosas que olvide. Estrenar es bueno. Olvidar detalles importantes de una conversación, que no sabes cuando te los van a pedir, es un error. Olvidar es malo. Y puedes recibir un rodillazo en los huevos.

El pedo aquí es cuando una persona se mete tan dentro de ti, echa raíces a lo bestia y aunque olvides su escote o su perfume, no logras olvidar su rostro. Sus palabras. Su forma de ser (aunque sea infantil, histerica, estúpida o mandona). Y comienzas a extrañar. Extrañar sus olvidados labios, su olvidado cabello. Y deseas no recordar, olvidar el sentimiento, extrañar un poco menos. Y cuando al fin logras olvidar, lo único que te queda es el vacío en el alma, como si a un juguete le quitaran las baterías. Y te quedas flotando, olvidando a consciencia, recordando en la inconsciencia. Y pasa que después de días, meses o años, lo olvidado regresa de putazo, con una mano que se estira en la calle o una risa lejana en algún café-bar. Y aquello que tanto afán pusiste en olvidarlo, te sorprende, estrujándote las bolas con recuerdos, falsas ilusiones y el demonio del hubiera. Y te haces chiquito, a tal grado de que tienes un nudo enorme en la garganta, un plomo en el corazón. Y vuelves a olvidar ese momento, para comenzar a extrañar durante los días siguientes. Como si a un juguete le pusieras pilas baratas y solo fuera el mismo de antes por una hora, para después arrastrarse cada vez más lentamente hacia la soledad.

-Hola, que tal. Eres Mariana, ¿cierto? Soy Edgar, ¿te acuerdas de mí?
-Mmm, no.
-Ibamos en el CBTis, conta, en la tarde. Grupo "N". Te invito un café, sirve de que me cuentas como te ha tratado la vida.
-Hijole, disculpa, pero no. Llevo prisa. Además te eh olvidado.

A un año

Las cosas pasan. A un año el cabello me creció, me mantuve en un trabajo, me independice, compre un rifle, me dispararon con el rifle. A un año termine un libro, me hice de un carro, me endrogue a lo estúpido, mi colección de música creció. A un año conocí personas, olvide a otras y me compre un zippo. A un año.
Una de tres partes de mi vida se basa en el día a día. La segunda parte se basa en mis pinches debrayes. Y la ultima se basa en el trabajo. Y gracias a esto mi vida funciona de una forma relativamente estable. Y digo relativamente, porque en cualquier momento mando todo a la verga y la cago. ¿Cierto, Mora?
Esperaba escribir algo muy chingón, algo que dijeran, no mames, este we es cabrón, tiene futuro como escritor, o tal vez, puta, esto si me llego. Pero no se me da eso de escribir lo que los demás quieren leer. Escribo lo que me sale, no pienso en las consecuencias y me vale madre lo piensen de mí. Metafóricamente.
Esto es para aquellas personas que leen lo que sale de mi alma. Es para allizzia, para Daniela, para Su diablesa, para don chuy, para mí mismo. Y es para lo que me da la inspiración. Para la noche, los sábados, el billar, la música, el viento sobre los cabellos rizados, las flores, el frio. Siento que no escribiría sin ustedes.

La noche cubre el firmamento. Solo unas pocas estrellas se asoman por entre la espesura de las nubes de otoño. El tiempo cambia dentro de nosotros, no cambia el mundo. Uno nace siendo lo que es. Yo soy un soñador.
Desde que tengo memoria me han gustado las letras. Desde niño leía lo que caí en mis manos, escribía cuentos, quería que alguien los leyera. Después me gusto la música, quería ser una estrella de rock, viajar en una camioneta, llevando a la gente lo que algunos llaman “el lenguaje del alma”. Quería vivir bajo mis reglas, yendo a donde me llevaran mis pasos. Soñando con la fama y mi música en la radio. Soy un soñador.
Después me dijeron que no bastan los sueños, hay que hacerlos realidad. Si esperas lo suficiente, se cumplen. No basta una vida para eso. La vida no es corta, nosotros la hacemos tan pequeña, que la tomamos en nuestras manos y creemos que podemos contarla con los dedos. Somos ilusos, ingenuos y soñadores. Porque yo soy un soñador.
Ser así me ha permitido desafiar al mundo. Yendo hacia donde los demás creían imposible. Callando la boca de quienes no esperaban nada de mí. Porque tal vez tu eres la única que pueda salvarme. Me arrepiento de pocas cosas. Esto no es una de ellas. Porque la razón eres tú.
La noche aún cubre el firmamento. Y sentado frente a ella, veo los sueños de alguien más volar frente a mí. Veo la nostalgia del que será, la desdicha del hubiera y el éxito del que sé no se dejo intimidar. Sentado frente a la luna, me dejo caer en el abismo de la locura. Robando lo que me pertenece, prestando lo que no es mío. Me dejo caer en un mar lleno de discos, peces de luz y agua azucarada. Sintiendo la falta de oxígeno. Porque soy un soñador.
La libertad intransigente rodea mi pensamiento. Toma mi corazón y lo guarda en una caja de papel azul. Miles de ojos me observan haya donde voy. La muerte solo es un camino diferente, uno que todos debemos tomar. La cuestión es cómo tomarlo. Y con quien.
Soy un soñador y estoy orgulloso de serlo.

A un año del nacimiento de este blog, solo me queda decir…
Gracias. Gracias por leer los debrayes de este cabrón. Gracias por darme unos minutos de su día. Gracias por alucinarse conmigo. Gracias.

Aunque creo que la luna solo existe en mi mente.

Mira a Nora jugar

Nora, se levanta de la cama. Quiere permanecer todo el día en soñando, en la comodidad de su encaje.
Nora llora. Quiere entender, robar los sueños de alguien más hasta que los suyos aparezcan. Robar los sueños de alguien más hasta mañana.
Nora quiere jugar. Juegos de eternidad, sentada en la firmeza del inconsciente.
No hay otro camino.
Nora canta que te extraña.
Intenta de otra forma.
Juegos libres de fantasmas.
Mira a Nora jugar
Nora recorre pasillos de hule. Por entre el sonido de los árboles y el viento de media tarde. Comiendo dulces de luz y mazapanes de miel.
Nora duerme. Duerme en la comodidad del encaje. Soñando los sueños de alguien más.
Mira a Nora jugar



No existe


-Solo se feliz.
-En serio, ¿juegas conmigo? Púdrete.
-Solo quiero que seas feliz.

El sol de la tarde cubrió el firmamento con tonos cobrizos. Los arboles empezaban a bailar con el viento. Y el tiempo se detuvo, recordando el momento.

Canciones de Nirvana rompen el silencio en el auto. Se entremezclan con los sollozos de Erika. No entiende que será la ultima vez que vera a Daniel. Se aferra a los últimos 4 años de su vida, se aferra a la idea de la boda en julio, se aferra como un niño en el asiento de una montaña rusa. La decepción ante sus padres, la perdida del deposito del salón, el vestido de novia guardado en un armario. Zapatillas blancas que no serán gastadas en el tacón. Y llora profusamente, golpeando el brazo que se extiende ante ella.

-¿Porque, porque, porque?

El vodka fluye constantemente. Los sueños se dispersan, dejando todo en una calma hipnotizante. Enciende el televisor y deja que las horas transcurran entre humo de cigarro, estática y comida enlatada.

-¡Contéstame, hijo de puta!!

Un año después, las cosas siguen en su sitio. 30 kilos de más, las primeras arrugas y la foto de la última vez que fueron felices en su regazo. Solo quiero que seas feliz. Maldito bastardo. Se levanta penosamente al trabajo, esperando que pase un autobús urbano y la atropelle a mitad de la calle. Apenas si se arrastra a su oficina, pensando sin pensar, viviendo en las sombras de lo que pudo ser.

No hay día que no piense en él. Y en el suicidio. Y en como restregárselo.

Los días se fusionan con las semanas y las semanas con los años. Siempre fue tan cobarde que nunca busco nada más. Se quedó viviendo una decepción. Y hoy un ataque al corazón termina con la vida que no pudo terminar ella.

-No fue fácil, tenia todo con ella.
-Y entonces, ¿porque la terminaste? Y a escasos 2 meses de la boda. ¿Que fue lo que paso?
-No lo sé.
-¿Como que no sabes?
-No lo sé. Creo que ella no existe.

Love Scene, Version 6


Recuerdo la noche de tu ausencia. Recuerdo tu respirar entrecortado, un segundo sobre mi pecho, al otro se había ido. Recuerdo tus zapatos de tacón caminar hacia el tocador, tomar tu bolso y salir. No volteaste la cara. No me concediste una ultima mirada.


Recuerdo cuando te encontré en la calle. Subiste a mi auto, besaste mi mejilla. Encendiste el radio y sintonizaste una estación romántica. Paramos en una tienda de autoservicio a comprar botellas, botanas y condones. Caminaste a mi lado, abrazaste mi espalda mientras le pagaba al cajero. Tus bellos ojos verdes, acentuados aún más por el delineador negro, tenían una chispa. Pediste una paleta roja como tus labios.

Llegamos a mi apartamento. Tocaste todo, viste todo. Parecías una niña en un país de muñecas y dulces. Abriste las cortinas de mi sala y observaste la viste desde un decimotercer piso. Puse la música más sensual del mundo. Chilli Out, Jazz y tu risa llenaban el ambiente. Abrí la botella y serví dos copas. Casi me arrebatas la copa de mi mano y brindaste. "Porque esta noche sea inolvidable". Bebiste la mitad de un trago. Y yo, cual fiel servidor, me dedique a observar ese cuerpo perfecto. Te vi bailar por toda la estancia, jugar con tu vestido. Me deje caer en el sillón. Te acercaste.

Lentamente desabroche el seguro de tu sujetador. Baje mi cabeza por entre esos pechos perfectos, sentía tu palpitar entre mis labios. Tu piel blanca se contrastaba por la media luz que entraba a través de la ventana. Me embriagaba cada vez más con ese perfume, mezclado con sudor y feromonas. Tus largas piernas me envolvían, cual serpiente al atrapar a su presa. Tus pezones firmes y tu vientre tenso. Besaste mi cuello, pidiendo que lo hiciera despacio. Me llevaste firmemente hacia tu monte de venus. Y me deje llevar por entre esas sensaciones que manchaban mi barba y llenaban mi libido.

Mi hombría aún estaba deseosa de tus placeres. Te pusiste sobre mi y gozaste conmigo. Primero pausadamente, con un gemir rítmico, un poco más rápido, más rápido, para cortar y empezar otra vez todo. Jugaste con el sexo, queriendo engañar a mi naturaleza. No querías que terminara. Tus uñas sobre mi pecho. Mis manos abarcando el tuyo. El temblor de tu nalga. Y tu gritando mientras yo estoy dentro de ti. Disfrutando cada segundo. ¡No Pares!. Y continuo mientras la fuerza que sale de la fusión de nuestros cuerpos mantienen mi pene erecto. El segundo condón ha terminado lleno. Y me dispongo a recorrer tu cuerpo, con la yema de mis dedos. Quiero grabar esta noche en mi mente. Tu terminas después de mi y me arañas más y más fuerte. Tus pies están tensos, tu respirar entrecortado. Un segundo sobre mi pecho y al otro se ha ido. No me concediste una ultima mirada. Y tu cuerpo vale 515 francos.

Trilogía del hombre que se encuentra solo. Capitulo III: Te Olvidé

Te olvidé. Cuando no te encontré. Cuando mis viajes terminaron. Cuando los sueños diluidos del frió sentimiento se perdió en el horizonte del pensamiento. Cuando las lágrimas se secaron. Te olvidé. Cuando deje de sentir la basura dentro de mí. Cuando lejos de la mente, deje de vivir. Te olvidé. Porque no me queda nada más. Porque tú significas todo para mí. Te olvide. Entre cientos de recuerdos. Respirando en un vaso de cristal. Oyendo a través de una concha marina. Te olvidé. Cuando me dijiste que no me amas. Cuando te fuiste. Te olvidé. Porque el fuego lo consumió. Porque tus ojos cafés me pidieron que los amara. Te olvidé. A ti y a tu cabello dorado. A tu triste caminar por entre humo y pasto. A tu indiferencia y a tu sopa de arroz. Te olvidé. Como siempre lo hago. Te olvidé. Por sobre todas las cosas. Como una canción de Nicho Hinojosa. Como caminar con las mano sobre piedras de mármol. Te olvidé. Te encontré. Te amé. Te perdí. Como el vuelo de la gaviota. Como los libros del rincón. Como los años guardados en un cajón. Te olvide. Como a una maceta de corredor. Te olvide. Porque no puedo dar el siguiente paso. Porque olvidar me obliga a recordar que olvide. Porque olvidarte me permite abrazarte. Porque olvidarte me hace amarte. Te olvide...

Trilogía del hombre que se encuentra solo. Capitulo II: Te Perdí

Te perdí. Sobre viejos cuentos de hadas y caballeros de blanca armadura. Sobre las sabanas de algodón que nos regalo tu madre. Te perdí. A las 3 de la mañana. Mientras volaban los sueños de alguien más sobre mi cabeza, mientras los vasos de cristal se derretían, mientras todo mundo dormía. Te perdí. Justo cuando más te necesitaba. Cuando falsas ilusiones me daban vida, cuando el triste recuerdo del ayer se despedía. Te perdí. A fuerza de hambre. Durante el ciclo rem y aquella plancha que me arrojaste. Te perdí. Durante una cena de huevos y Alan. Por pendejo y sobre el sudor del sexo. Te perdí. Por el dolor del bronceado en la espalda. Te perdí. Por los grupos de psicología, las prostitutas y la bebida. Te perdí. Ante los ojos de tu madre muerta y por sobre dios y la madre tierra. Te perdí, durante el desayuno psicodelico de caballos alados, hipopótamos con cara de Camila y pies pequeños donde caben abejas rosas con grandes antenas que captan mis sentidos, con arco iris de cabellos de tierra, cabezas de diputados, mujeres con cien tetas, cuerpos de cristal y camas de viento y sollozos, flautas de agua en pipas de papel corrugado, por sobre las hojas con forma de pajarillos que cantan sonata claro de luna, con manos que rezan y viejas paredes blancas donde mil orejas escuchan lamentos, en una ciudad de pequeños dedos, con autos y contaminación, con trastos en la alacena, con tus rizos amarrados a la cama, con tu cabello negro y tu sexo palpitante, con viajes de risas y ensueño, con vecinas y colores que se respiran, pero no se ven y saben a chocolate blanco, gris y negro.Te perdí...

Trilogía del hombre que se encuentra solo. Capitulo I: Te Encontré

Te encontré entre viajes de sol y sueños de pescado. Entre estrellas roji-azules, elefantes de mostaza y panes congelados. Te encontré entre la noche, la basura y una bicicleta. Entre cientos de burbujas multicolores y baños de espuma de mar. Te encontré entre la risa del cabello rizado. Entre los cielos de verano, el agua submarina, los gritos de una guitarra y el cuello de la camisa. Te encontré en la selva de tu existencia. Entre finas fotografías polaroid, entre papel gastado y plumas sin tinta. Te encontré entre mi miseria. Te encontré entre mi insuficiencia. Te encontré entre mi decadencia. Te encontré entre los restos de mi conciencia. Te encontré entre muñecos rotos. Entre ropa desgastada y juegos de la infancia. Te encontré entre películas a blanco y negro. Entre butacas corroídas por ratas, entre hormigas que trabajan y entre viejas de vecindad. Te encontré mientras no te buscaba. Entre tiempo perdido, entre la vida muerta y cuadros de Alejandro. Te encontré...

¿Y si morir es la respuesta?


El cuarto yace a media luz. En una esquina, un tocador de madera corroída, donde las playeras y las camisas se desparraman en un doblez mal echo. La luz del monitor de una computadora parpadea, dando a la habitación un aire casi tétrico. Suena en algún lado The March And The Stream. Una mosca se posa en la pared. Las sombras del humo de un cigarro se mezclan entre el frio de la noche, la tristeza y la soledad.

Solo veo el techo. Busco la respuesta entre la rugosidad del tirol. Mi atrapa-sueños baila entre el susurro de mí respirar. No quiero vivir. Quiero dejar de pensar y que mi cuerpo se disuelva entre las lozas del piso. Quemar mi esencia, como la ceniza. Dejar de sentir el dolor que embarga mis sentidos. Terminar con todo. Y arrastrarme al infierno.

Me dejo llevar entre sueños de piel y molestar en la espalda. Extraño mi forma simple de ver las cosas. Extraño mi capacidad para reírme de los problemas. Te extraño.

Un vaho en mi ventana. Un nuevo cigarro. Dolor de cabeza. Cerveza. Triste noche de domingo, plagada de pesadillas y música, donde los sueños han perdido peso, donde la familia perdió el valor, donde esperar a morir se vuelve cotidiano, donde me siento ahorcado. Asfixiado en mi vida, asqueado de la sociedad y sus normas, vivir para tener. Un hoyo en el estómago, quemado por la acidez de no comer en dos días. Y mantenerse a base de café, cigarros y alcohol.

Me siento en el borde de la cama. Tomo mi bajo que cuelga de la pared. Enciendo el amplificador, dejando que el zumbeante ruido me aleje de mis pensamientos de suicidio y vacío. Vacío de afecto. Comienzo a tocar lentamente, invocando viejos recuerdos. Nunca pasa nada. Me cansa la vista de mi rostro ojeroso y desecho ante el espejo. Quisiera tu cuerpo junto al mío.

La vida parece distante. 3:00 a.m. y a pesar del cansancio físico, la mente parece revelarse ente las exigencias del cuerpo y no me permite pegar un parpado. Sigo pensando si hubiera. Si hubiera sido más listo y no me hubiera metido entre la mierda, solo para recoger un pedazo de papel. Si hubiera sembrado amistades, si hubiera pensado las cosas antes de dejarme llevar por la estupidez de la juventud, si hubiera ahorrado para tener algo mejor, en vez de vendarme los ojos ante una realidad que lejos de ser mía, parece de alguien más. Si hubiera respondido tus mensajes, si solo te hubiera robado un beso. Y no me queda nada.

Una araña baja por su fina cuerda. Se deja caer, rompiendo el viento. Y siento ganas de llorar. De sacar todo lo que guarda mi corazón, arrancármelo del pecho, tirarlo al suelo y aplastarlo con la fuerza de la pasión que aun queda dentro de mí. No quiero perderte.

El azul de tus sueños

No pienses en el cielo que no se abre
No pienses en el mar que te abandona
No pienses en las hojas, los niños o las estrellas
Piensa en que no muere el tiempo, que el reloj para y que la tierra se detiene...

Piensa en tu inconsciente, transportando recuerdos como fotografías.
Piensa en el surrealismo de tu infinita desesperación...
...y trata de entender la magnitud de tu creación.

No pienses en lo desconocido
No pienses en el desamor de un ser amado
No pienses como si pensar fuera lo último
Piensa que te amo...

Piensa en los días felices, marcados por pastel y mosquitos
Piensa en la vida como lo que es...
... Un momento para vivir.

No pienses que no sientes
No pienses que el mundo se sumerge en el eco del materialismo
No pienses en la basura de la niña de a un lado
Piensa en la forma tan tonta de crear un universo...

Piensa en lo azul de tus sueños
Piensa que puedes tomarlos y guardarlos...
... Como finos cabellos de algún extraño recuerdo.

No pienses en las noches de fuego
No pienses en pensar...

... Piensa en que te amo...
... O piensa que pienso que lo pienso... Y lo siento.... Y te amo.

El indigente II


La sangre broto de su cráneo aun caliente. La sombra cubrió todo, dejando sueños e ilusiones sin guía. Él frió de la noche fungió como anónimo cómplice. Y todo por dinero.

9 de agosto.

Falta un día para pagar la renta del cuarto. Sin un peso, decidió llevar lo único que le quedaba a empeñar. Un viejo libro con pastas de cuero negro y hojas amarillentas. Escrito en 1678, relataba las crónicas de la inquisición. Bastante bello y bien cuidado, había pasado de generación en generación en su familia. Y hoy tenia que empeñarlo.
-200 pesos.
-¿Pero como?, es un ejemplar envidiable, en perfecto estado. ¿Como que 200 pesos?
-Es lo que hay, tomalo o no estés chingando.

Dos billetes de 100 cayeron en su mano, sucia por el sudor y la tierra de sus uñas. 200 pesos para pagar 800. ¡Gracias! economía mexicana.

Se fue a su cuarto maltrecho por la frialdad de sus demonios. Fue a acomodar su poca ropa, sus pocos trastos, sus muchos escritos. Sabia que no le perdonarían un mes más de renta sin pagar y por lo tanto dejaría el lugar en la noche, a buscar refugio en portal, una banca en el centro de la ciudad o una casa para indigentes.

10 de agosto.

Se levanto de la banca donde había pasado la noche anterior. El cabello largo y la barba que cubren su rostro no lo han protegido del frió cortante de la madrugada, y él roció le ha congelado las puntas de los dedos. Su vista busca sus cosas. No están. Baja la mirada y una lágrima perdida rueda por su mejilla. Impotencia. Rabia. Blasfemia. Su corazón esta rebosante de odio y desesperación. No le queda nada más. Solo sus pensamientos y su pluma.

11 de agosto.

190 pesos. Es todo lo que le queda. Si los cuida, suficientes para dos semanas, antes de empezar a pedir limosna. Él, que ha vendido miles de libros, ahora tiene que cuidar 190 pesos. ¿Donde está la justicia? Camina a lo largo de la carreta, esperando que un automovilista ebrio lo arrolle y a si poder terminar con su vida, pero con la ventaja de que no será su culpa. Sueños de monstruos e invierno cubren su mente, poco a poco, como la neblina bajado de la montaña. Sus manos traen unos guantes que un niño le dejo en su regazo. Y en su cabeza, sus demonios traman su insensible locura.

12 de agosto.

-¡Fíjate pinche pordiosero!

Aun camina a lo largo de la carretera. Quiere morir, pero no puede tomar la decisión. Y ahora solo le quedan 40 pesos. Tres botellas de tequila de mala calidad se salen de una chamarra apestosa que empieza a deshacerse en los hombros. Habré una botella y bebe, cayendo unas gotas en su manga, que rápido chupa, para que no las evapore el sol implacable. Le quema la garganta. Pero le llena el estomago.

Ebrio y sin destino. Ha caminado dos días enteros y su única compañía son los recuerdos. Un árbol se ve a lo lejos, con su gran copa y su generosa sombra. Parece un buen lugar para dormir un rato.

12 de agosto (unas horas después).

Las rodillas le duelen. Dormir al raso no es bueno para las articulaciones. Ve la mitad de un cigarro tirado en el suelo. Lo levanta, lo sacude y se lo lleva a la boca. Saca un encendedor y prende la hierba olorosa. Disfruta este pequeño regalo, tirado por gente sin cultura. Ve el atardecer, cegado por los colores rojiamarillos. Le miente la madre al dios en el que ha dejado de creer. Vuelve sus pasos por la carretera.

12 de agosto. 10:29 p. m.

Los carros pasan cada vez más cerca a su costado. No se inmuta, el alcohol lo sume en una nube de osadía. Habla con su respiración, le grita a la luna, se enoja con el viento. No sabe de si, ni su nombre, ni sus raíces. Y cae.

12 de agosto. 10:29.3 p. m.

El carro salta. Su cabeza golpea el toldo, lo que le deja un morado que no se distingue por entre la espesura de esa cabellera negra.

-¡Verga! mate un perro. Puta madre.

Detiene el coche. Revisa su facia, sus llantas, su defensa. No le paso nada. Voltea la vista atrás. Y unos ojos suplican en un gemido, mil palabras de auxilio. No puede creer lo que ve. El sudor frió le recorre la espalda. Jamas olvidara esos ojos. Le perseguirán a cada momento de su vida, en sueños, en recuerdos, en la eternidad. No es un perro. Es menos que eso.


*No les des dinero, dales empleo.
En memoria de mi tío, quien fue destrozado en la carretera Irapuato-Salamanca.

...

Rueda la piedra por el suelo. Rueda, impulsada por el viento, hacia la orilla de la carretera, donde la tierra fresca de debajo de un árbol le da cobijo. Se acurruca en su nuevo hogar, esperando pacientemente a que una nueva patada la cambie de lugar...

Sale el sol por entre las nubes. Sol de verano, caliente, sofocante. Deseando que una nube pasajera lo vuelva a cubrir para poder descansar entre las sombras de la soledad...

-¡Hey, apaga esa madre, apesta a mierda!
-¿Que te pasa?, es de la buena. Mira.
-Aun así, apagala, si llegan mis padres me van a cagar por andar quemando esa madre.
-No hay pedo, andaremos tan pinches locos que ni cuanta nos vamos a dar. Andale, ten, quemala...

Un liquido transparente pasa a través de la angostura del tubo metálico. El diablo se encuentra en presentaciones sin color o sabor. Entra a través de una vena que difícilmente se ah encontrado, como si quisiera protegerse del pinchazo mortal. El torrente sanguíneo lo transporta por entre el cerebro, el páncreas, los riñones. No se detiene ante nadie, todo lo infecta, todo lo paraliza. Y a lo lejos se escucha ¡BESA MI TRASERO! antes de declarar la hora de muerte...

Vacío. Vacío infinito en el pensamiento de un asesino. No puede sentir nada, no puede recordar nada, no se puede mover, no puede pensar, no puede hablar. Solo siente un gran vacío al ver aquello que a sus pies, que incondicionalmente, se entrega ante el...

La piedra rueda, bajo el sol de verano que quema la sangre que ha derramado el asesino. Dejando atrás cuerpos, mota y agujas.



Diario de un manicomio parte 5

Este post es la parte final de Diario de un Manicomio (Parte I), Diario de un Manicomio (Parte II), Diario de un Manicomio (Parte III) y Diario de un Manicomio (Parte IV).


Un par de hojas caen rompiendo del aire. Nubes de formas excéntricas, unos cuantos pajarillos que cruzan la inmensidad del firmamento, el sol frió en una tarde de inverno. Todo el tiempo se detiene debajo de este álamo donde pequeños animales escarban en su interior y las aves hacen nidos de lodo, hierbas, ramas secas y saliva. Las fuertes ramas detienen el peso de una cuerda tensa, que abraza el cuello de una niña de edad indefinida que se balancea de forma rítmica y pausada, como si bailara un vals, a escasos 40 centímetros del suelo. Se ve la expresión de ternura y maldad en su rostro, saludando a la muerte que lentamente ha llegado ante ella. Solo el tiempo muere y nos arrastra consigo.

Su mano sostiene un pedazo de papel. Manchado por tinta, sangre y lágrimas, muestran una caligrafía dulce marcada por fuertes trazos de odio. Odio ante si misma por no entender que dios la ha hecho diferente. Diferente ante un mundo que no la entiende como es. Diferente porque prefiere jugar todo el día, soñar, imaginar, manipular. No puede pensar en otra cosa. Se siente vacía, en un lugar al que no pertenece, donde aplastar su espíritu es la única diversión de sus celadores, prisionera de blancas paredes acolchadas.

El color de sangre coagulada empieza a verse sobre su piel. Un color que representa la desesperación de alguien que piensa que la muerte es su única salida, que no quiere luchar contra nadie más, que prefiere desaparecer. Y colgarse de un árbol es su forma de rogar ante alguien que la salve de si misma, que escuche la suplica de un alma perdida. Cuelga la lengua seca de una voz que no se oye, que no prefiere hablar. Llora en silencio.

Las líneas no se entienden, no muestran más que frustración en frases cortas, odio, porque me dejaste, perdoname. Y la única que tiene algo de sentido tiene 3 palabras.

"No estoy loca"

Pasan los días y ella sigue en su sitio. Nadie repara en el alma perturbada que ha desaparecido. Siempre olvidada, siempre atrás de los demás, recordada por su extrañes o su soledad. Ni su nombre sabia, nunca se lo dijeron. Se auto nombraba con nombres que escuchaba decir de su padre a cada mujer que pasaba a la recámara principal. Para después poder jugar con ella en el baño, antes de que mama pudiera llegar. Días de dolor en el bajo vientre. Sangre. Vergüenza. Con una imaginación que alimenta pervertidos juegos retorcidos en un cuerpo que no es el de ella. Y al final, ha quedado sola, como siempre. Atada a un árbol, donde los pajarillos anidan y los animales buscan refugio.

Sola, ante la inmensidad de la eternidad, jugando, manipulando.

Con Odio,
Dany,
Alicia,
Sandy,
Mary,
Ale,
Monse,
Eve,
...

Antología de una mujer


Pienso en los ojos de una mujer perdida en el tiempo y en una dimensión. Pienso en los ojos que son traicioneros, mentirosos, misteriosos, egocéntricos, profundos, hermosos, cautivadores, lujuriosos, soñadores, todo en una misma mirada. Pienso en los ojos que lloran cuando ríen, que ríen cuando lloran. Pienso en tus ojos. Pienso en los ojos de la chica que nunca tuve, de la mujer con la cual dormí, de la que me golpeo en la mejilla. Pienso en su mirada perdida en el horizonte de lo irreal...

Pienso en el cabello de oro, cobre u obsidiana. Pienso en su consistencia, donde los sueños se dejan volar a través de finos alambres y rizados mechones. Pienso en el dulce aroma, en el fino toque, en la cabeza sumergida entre años de cuidados. Pienso, en aquel éxtasis que es la exhalación del viento sobre tu cuello...

Pienso en los labios color angustia, reproche, susurro. Pienso en los labios color sangre, que corre entre la fisura de la boca, por la barbilla, por entre tus senos, que cae al vientre en una delgada línea, que divide el espacio entre que hay entre tú y yo. Pienso en los labios que se muerden cuando están nerviosos, que mojan los dientes en un beso, que rompen cadenas, que unen humanos...


Pienso en las manos frías, en los pies de seda, en los dedos ansiosos, en las uñas moradas, grises o nacaradas. Pienso en tantas cosas. Pienso en lo que seria de aquel que no ha conocido el cuerpo por excelencia, al alma manipuladora, a la triste sumisa, a la audaz. Pienso en la antología de una mujer, donde los dioses han dejado la huella de su existencia, a la que la naturaleza le dio el coraje y la compasión, el amor y la tenacidad. Pienso en una mujer, perdida en el tiempo y en una dimensión, con su mirada (y su alma) perdida en el horizonte de lo irreal...


Asesinato en una habitacion


Hoy te vi salir de la cama. Levantaste las sabanas suavemente, creyendo que con eso no me moverías, pero al otro lado de la cama, mis ojos te veían a través del reflejo de la ventana y el sol que entraba a la habitación y la llenaba de reflejos cálidos. Caminaste, vestida solamente por un calzón de fina tela negra, el cual acomodaste de entre tus nalgas con un dedo. Bostezaste mientras te estirabas, haciendo que tu espalda se arqueara y tu pecho temblara. Te sentaste en el pequeño puff morado, encendiste un cigarro, miraste hacia el espejo, contemplando toda tu belleza. Tu cabello enmarañado, castaño fino, un poco undulado, tus ojos, donde lo infinito se graba, tus labios pequeños y rosados, con una sonrisa inocentemente maquiavélica. Tus dedos largos que jugaban con el tabaco, dando vueltas y vueltas, tu vientre plano, tus piernas largas. No podría describir la grandeza de un cuerpo como el tuyo, viéndose reflejado en el espejo de una habitación cualquiera, en un apartamento cualquiera. Te quedaste fumando, viendo ahora el techo, descubriendo formas extrañas formadas por entre la rugosidad del tirol. De repente, estiraste la mano y tomaste tu vieja camiseta, esa que esta percudida y manchada, con el hoyo más grande que eh visto en alguna prenda tuya, esa con la que te ves tan bien. Te la pusiste, acomodándote el cabello sobre tu hombro. Te veías tan sensual, el olor a noche aún no desaprecia de tu cuerpo, que podría haber saltado de la cama y poseerte nuevamente, como la noche anterior en la cual gemías entre mis manos, me arañabas mi espalda, mientras yo me perdía entre ese monte de Venus que es tu cuerpo.

Lastima que un cordón envuelve mi cuello.

Caminaste hacia mi lado de la cama con esa elegancia que te caracteriza. Lentamente te pusiste en cuclillas, para así quedar frente a mí y poder besar mis labios fríos una ultima vez, mientras con esos dedos maravillosos, cerrabas mis ojos. Ahora la oscuridad, que lo envuelve todo, solo me ha dejado el recuerdo de esa ultima noche contigo, mientras mis oídos, atentos a todo lo que ocurre a mi alrededor, escuchan una detonación seca, justo a un lado de mí, cubriendo la piel de mi rostro de algo que parece liquido, no sé, no lo puedo ver, pero se siente caliente, así como lo es tu presencia en este mar de recuerdos y vejaciones...

Crónica de un accidente

-Y ahora estoy aquí, borracho y loooco, y mi corazooón idiota, siempre brillaraaa.

La radio sonaba la vieja canción de los enanos verdes, la lluvia caía a raudales, la carretera curva y traicionera mostraba una vuelta cerrada. Adriana aferro el volante mientras bajaba la velocidad que no sobrepasaba los 70 km. Respiro hondo, pensando en el fin de curso. Maestra de profesión, había logrado sacar a flote hasta a Ricardo, el más flojo y desordenado de su clase. Pensaba en la graduación, en que vestido llevaría, que zapatos combinan. Quería que su esposo fuera, pero tendrían que pedir un día en el trabajo, ya que cubría horario de 3 a 11 de la noche. Entro a la curva, con el pie levantado, esperando tomar la curva, para acelerar y salir, cuando el caos se presento a sus ojos...

-Y yo te amareee, te amaree por siempre...

Los efectos de la blanca cocaina estaban por acabar. Había pasado día y medio conduciendo ese maldito camión de refresco, con su maldito asiento incomodo, su maldita calefacción que no servia y para colmo, no podía tomar de las botellas que llevaba atrás, las llaves las mandan por paquetería. Maldiciendo y quejándose de su patética vida, sus ojos se entrecierran e invade parte del carril de la derecha, solo por un segundo, un segundo demasiado tarde...

-Nena no te peines en la cama, que los viajantes, se van a'trasar...

La caja del camión colea con el brusco volanteo pero gracias a la velocidad, alcanza a golpear parte de la fasia de un tsuru gris que gira sin control, apenas han pasado 3 segundo y ya tiene 5 vueltas dadas, en parte gracias a la carretera mojada y las piedras sueltas. Solo los mezquites y las aves que buscan refugio en sus ramas son los anónimos espectadores. Vuelta tras vuelta, piensa en su esposo, su madre, el vestido, su sobrina, sus alumnos, el café con sus amigas a las 6, sus hermanos y sus deudas. Sobre todo, sus deudas. Si muriera, ¿quien las pagaría?

Escucha un fuerte ¡crack! que proviene del choque de su cráneo con el cristal. Sus piernas golpean el volante violentamente, las manos aferran el volante, como si de ello dependiera, literalmente, su vida, el cinturón de seguridad se ciñe a su cuello y no la deja respirar, aire, se asfixia, ¡¡necesita aire...!! Y de pronto, todo termina, no pasaron más de 5 segundos y al voltear a su alrededor, solo ve una barda de piedra, hierbas altas, sangre y metal humeante. La lluvia lo cubre todo, los rastros de la miseria, ahoga los pitidos del claxon. Pasan 5, 12, 21 minutos y nadie pasa por esa carretera olvidada de la mano de Dios, esto es una eternidad, la puerta no cede porque se ha doblado en un angulo extraño, la cabeza le duele, el cuello la mata.

Ve el retrovisor y piensa en detenerse. No lo hace, siempre ha sido un cobarde, nunca logro nada en su vida. ¿Y si murió? Mejor acelera, dejando atrás la estela de sus actos, sin saber que los demonios de la incertidumbre no lo dejaran dormir en paz, ya que no sabrá si mato o no a una persona.

Y Adriana piensa en su vestido, en su familia, en sus deudas. Llora, llora de tristeza, ira, y felicidad. Felicidad por estar viva.

-Y ahora estoy aquí, borracho y loooco, y mi corazooón idiota, simpre brillaraaa.

Juguemos


-¿Quieres jugar?
-¿A que?

-No lo sé, simplemente quiero jugar contigo, jugar con dragones y espadas, pensar en rescatar a una princesa de bellos ojos... O tal vez jugar a los juegos de antes, con canicas y trompos, ¿recuerdas mi trompo de madera, ese que siempre rompe los tuyos? Quiero jugar con los carritos de bombero y las patrulla desgastadas, jugar con pelotas de papel o ponerle una botella a la llanta de atrás de la bici y sentir que es una motocicleta. Quiero revivir lo que se siente saltar en la lluvia, dormir en la casa del vecino. Quisiera jugar contigo, tomado de la mano, para dar vuelta con el cielo sobre nuestras cabezas y las preocupaciones por los suelos. Quisiera jugar, reír, compartir y fantasear.

-Juguemos entonces. Hay que olvidarnos de nuestra edad y nuestras responsabilidades, aunque sea por una tarde, olvidarnos del trabajo y las envidias...Juguemos.

-¡Si!, juguemos a olvidar, a desaparecer, a renacer...

Espera, Alma, espera...


El sol golpea sin piedad la cabeza de Alma. Ella voltea a ver el cielo y sus ojo se queman con la luz. Baja la vista y su visión se nubla y se opaca. El viento caliente, sofoca y corta la respiración. Los moscos son implacables, atraídos por el aroma dulzón de la carne en proceso de descomposición. El día soleado, la humedad seca, la tristeza y el llanto. La muerte silenciosa, siempre al acecho, mancha con sus lágrimas el maquillaje de Alma. Alma, gótica, solitaria, callada. No puede pensar en el hecho de que pasea su frágil cuerpo por entre tumbas y desechos humanos, grillos y hierba alta. No siente nada, su mente se aleja, entre nubes y soles, para adentrarse en nuevos mundos donde no hay más nubes o más soles, donde él vació es la regla y la soledad la compañía.

Camina lentamente, casi arrastrada por el aire, escuchando las canciones de Funeral, Static Fear y I Drowned In A Stream Of Mourn. Sus sueños se diluyen entre versos desgarrados y letras suicidas. Y mientras se arrastra, los arboles detienen su lento vaivén, los cuervos paran su vuelo. Su cuerpo no quiere seguir entre la miseria que la envuelve. A cada paso que da, su panorama siempre es el mismo. Gente que muere, niños mutilados, sueños rotos. Se sienta a un lado la lapida de Alejandro Aguilar, Vivió Rápido, Murió Joven...Y sin pensarlo, limpia un poco la suciedad de la placa, mientras platica con sus seres internos, aquellos que solo salen cuando está más susceptible a quitarse la vida. 

Adelante de Alma un entierro se lleva a cabo. Una pintora, en sus treinta, murió de una sobredosis. Sin embargo, su rostro, al igual que su ultima obra, demuestran la inminente sombra que la cubría. Una expresión de satisfacción, como si saludara la llegada de alguien esperado. Su cuadro, rescatado por su amante, muestra la monotonía y sordidez de los tonos blancos y negros, en parte grises. Pero al final, con la ironía del destino que aveces tiene un humor muy negro, con los colores más vivos dibuja su rostro en pleno trance, cuando el LSD hace que pases la puerta de la realidad, hacia la mágica y fantástica tierra violeta. Luces de colores, arboles que no dan frutos, sino notas musicales, sapos con caras humanas y zanahorias que devoran conejos. El mundo de lo irreal convertido al presente. Un pene que camina entre nubes color morado, con formas de senos femeninos. Grandes, firmes, pequeños, deformes. Todo tiene cabida en este mundo donde las el tiempo te pregunta la hora y el sol oculta su rostro, no por vergüenza, sino, por miedo. Aquí Karla se perdió, no encontró la salida...o, ¿acaso encontró una nueva? No se sabe, aunque su rostro parece cambiar y pese la rigidez de la muerte parece reír y sonrojarse. 

Alma ve todo esto y quisiera ser ella en vez de Karla. Se imagina el calor del ataúd, la oscuridad placentera de la tapa sobre su delgado cuerpo. Imagina como seria cuando la pala levantara la tierra y suavemente cayera sobre ella, el sonido gratificante, la aplastante tranquilidad. A cada palazo un poco más de tierra cubrirían sus heridas y callarían las voces dentro de su cabeza. 

Y así Alma, sentada a un lado de la tumba de su hermano, limpia un poco más la inscripción, derrama una lágrima, corta su dedo, la sangre roja como el vino, sale y cae y lo posa sobre "Murió". Abraza sus rodillas y esconde la cabeza, enjuaga las lágrimas y piensa en Karla y en como la muerte la saludaría, como le gustaría recibirla, en las flores marchitas y el pasto amarillo, en como le gustaría morir y cuando morir...

El niño que olvido su papalote


El fino hilo se suelta de sus pequeñas manos. Su dedo regordete y pequeño intenta aferrarlo, pero el viento ha sido más rápido y le ha ganado. Lentamente sus expresivos y dulces ojos negros se posan en el viento y en el suelo, en el horizonte. Su cara es todo un mar de emociones: sorpresa, desilusión, miedo, tristeza.

Corre tras aquello que le es tan importante en la vida. Corre, aferrado al sentimiento, con la esperanza de que regrese de nuevo a sus manos. Corre lo más fuerte que le permiten sus cortas piernas. Y cae. Y un nuevo raspón aparece en esas rodillas sucias. Y se levanta. Y nos demuestra una vez más que caer es solo un retraso de segundos en un camino de una vida.

Grita, corre, grita más fuerte. Pulmones sanos. No puede creer que las cosas hayan acabado tan rápido. Sigue corriendo, cada vez con menos fuerza. Se detiene un momento para tomar algo de aire y reemprende su carrera con ahínco. Él sabe que sus esfuerzos no servirán de nada, pero aun así no quiere pensar que todo fue en vano.

Y mientras corre, pisa un charco de agua. Se detiene a ver su reflejo en él. Una sonrisa de nuevo ilumina su rostro. La desesperación que antes hundía su cara desapareció, como si de accionar un interruptor se tratase. Primero rodea su tesoro. Vuelta, tras vuelta, tras vuelta. Y salta. Salta en el centro del agua, sus pies empapados, sus manos sostienen un dulce y su cara irradia felicidad. Una tras otra las gotas empapan su cabello. Su cabello que se mueve al compás del viento. Y nos enseña que la vida es un juego. Donde no importa ganar o perder, si no cuanto lo hemos disfrutado.

Y a lo lejos, la sombra de un papalote se refleja en el campo. Se aleja cada vez más, mostrando una sutil silueta, cada vez más tenue y difusa. Y lo que antes era su vida ahora es parte de su historia.