Diario de un demente. Día 3


La cabeza le dolía. Había pasado todo el día en la oficina, frente a la ventana de ese edificio de cristal. Y el sol implacable estuvo chingandola desde las 3:49 de la tarde. Pinche sol.

Salio directo a la farmacia. Pidió lo que sea para el dolor y sin ver siquiera lo que era, tomo dos pastillas de ese frasco blanco y se las trago de golpe. Pago en la caja y salio hacia el frió de una noche de otoño. Abrigo bien su cuello, se acomodo los guantes que le regalaron la navidad pasada y camino hacia su shadow '92 negro. Lo único que quería era llegar a casa para que su pareja le diera un masaje en la espalda, servirse una copa de ron y finalmente tener una sesión de reconfortante sexo. Al parecer, la noche comenzaba a mejorar.

7 minutos más tarde, subió a su auto. Encendió el motor y dejo que la calefacción le llenara la cara. Puso marcha y recorrió la calle iluminada por la luz de la luna, una farola y un semáforo. Estaba en rojo, así que detuvo el coche.

Se sentía mareada. Era la segunda luz verde que veía, pero sus manos no podía mover la palanca de cambios, su pie no accionaba el acelerador. Ni siquiera podía mover los labios y sus ojos estaban fijos en la luz que ahora había cambiado a amarillo y parpadeaba. Sentía su miedo recorrer cuerpo que no era suyo.

Una mano la saco del auto, la arrastro rodeando el carro y la puso en el asiento del copiloto. Podía oler su perfume. No le era familiar. Trato de voltear, pero le era imposible. Sintió que el coche avanzaba, que los edificio se movían. Pero no la llevaban a ningún lado. Veía que salían de la ciudad. Alcanzo a reconocer la cafetería de la salida hacia puebla. No sabia que ocurría. Quería gritar, pero sus lamentos se quedaban en su mente.

Aquella mano fétida acaricio su frente. Seco una lágrima que bajaba por su mejilla. Sentía un frió excesivo. Sentía desesperación, Y sentía miedo.

Vio como la bajaban del carro. La dejaron tendida en la hierba. Poco a poco aquel hombre la iba desnudando, hasta que solo quedo en ropa interior. Trato de moverse, pero solo salio un respiro de su boca. Sintió él frió del acero acercarse en la piel de su vientre, adentrarse en la calidez de su sexo. Sintió que la desgarraban por dentro. Lloraba.

-Shss, no temas. Prometo que no sentirás cuando mueras.   1 comentario       Topic:

1 comentario:

  1. Que buena historia.

    Y si me promete que existen los lugares para escapar, yo escaparé algún día.

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