Besos muertos

Llegaste un día en el que la lluvia caía refrescante. Llegaste mordiéndote las uñas, con una blusa holgada y un tatuaje en la espalda. Llegaste de donde nace el viento y la noche se alarga. Llegaste dándome un beso… Allá donde no existe el infierno.

Llegaste, según yo, para quedarte.

Y hoy te has ido.
Dejándome solamente una frazada de algodón y un viejo estéreo. Dejándome los discos de acetato y aquellos cuadros sin marcos. Dejándome solo en la noche gritando tu nombre. Dejándome un corazón agujerado y un poco de pescado salado. Solo… Dejándome.

Dejándome, según tú, para cuidarme.

Hoy mi mente reposa pesadamente en mis manos. La gente pasa, los conocidos se acercan, los familiares lloran, los perros ladran. Este cuarto está lleno de irrealidades, lleno de recuerdos viejos, de fotografías guardadas en un cajón. Cuadros que muestran un cristo crucificado, una foto de ambos y un bosque donde predomina un lago. Mis pensamientos se han bloqueado, mis pies se han detenido, mi corazón se ha partido.
Mi corazón se ha ido contigo.
Te lo has llevado allá donde estás tú, donde reposas en una caja fría. Allá donde el destino se ha vuelto insípido, donde los sueños muren, donde el cielo se ha perdido.
Y aquí estoy yo, viendo los aretes que dejaste en la repisa. Viendo la falda que dejaste en la cocina. Esperando levantarme de esta pesadilla. Esperando que cumplas tu promesa y tú vida camine junto a la mía.
Hoy te has ido. Y lo único que me queda es besar la frente tuya. Y recordar cuando llegaste, recordar cuando fuiste mía.

Esperando que la pesadilla termine y te levantes de esa caja fría.

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