Antología de una mujer


Pienso en los ojos de una mujer perdida en el tiempo y en una dimensión. Pienso en los ojos que son traicioneros, mentirosos, misteriosos, egocéntricos, profundos, hermosos, cautivadores, lujuriosos, soñadores, todo en una misma mirada. Pienso en los ojos que lloran cuando ríen, que ríen cuando lloran. Pienso en tus ojos. Pienso en los ojos de la chica que nunca tuve, de la mujer con la cual dormí, de la que me golpeo en la mejilla. Pienso en su mirada perdida en el horizonte de lo irreal...

Pienso en el cabello de oro, cobre u obsidiana. Pienso en su consistencia, donde los sueños se dejan volar a través de finos alambres y rizados mechones. Pienso en el dulce aroma, en el fino toque, en la cabeza sumergida entre años de cuidados. Pienso, en aquel éxtasis que es la exhalación del viento sobre tu cuello...

Pienso en los labios color angustia, reproche, susurro. Pienso en los labios color sangre, que corre entre la fisura de la boca, por la barbilla, por entre tus senos, que cae al vientre en una delgada línea, que divide el espacio entre que hay entre tú y yo. Pienso en los labios que se muerden cuando están nerviosos, que mojan los dientes en un beso, que rompen cadenas, que unen humanos...


Pienso en las manos frías, en los pies de seda, en los dedos ansiosos, en las uñas moradas, grises o nacaradas. Pienso en tantas cosas. Pienso en lo que seria de aquel que no ha conocido el cuerpo por excelencia, al alma manipuladora, a la triste sumisa, a la audaz. Pienso en la antología de una mujer, donde los dioses han dejado la huella de su existencia, a la que la naturaleza le dio el coraje y la compasión, el amor y la tenacidad. Pienso en una mujer, perdida en el tiempo y en una dimensión, con su mirada (y su alma) perdida en el horizonte de lo irreal...


Asesinato en una habitacion


Hoy te vi salir de la cama. Levantaste las sabanas suavemente, creyendo que con eso no me moverías, pero al otro lado de la cama, mis ojos te veían a través del reflejo de la ventana y el sol que entraba a la habitación y la llenaba de reflejos cálidos. Caminaste, vestida solamente por un calzón de fina tela negra, el cual acomodaste de entre tus nalgas con un dedo. Bostezaste mientras te estirabas, haciendo que tu espalda se arqueara y tu pecho temblara. Te sentaste en el pequeño puff morado, encendiste un cigarro, miraste hacia el espejo, contemplando toda tu belleza. Tu cabello enmarañado, castaño fino, un poco undulado, tus ojos, donde lo infinito se graba, tus labios pequeños y rosados, con una sonrisa inocentemente maquiavélica. Tus dedos largos que jugaban con el tabaco, dando vueltas y vueltas, tu vientre plano, tus piernas largas. No podría describir la grandeza de un cuerpo como el tuyo, viéndose reflejado en el espejo de una habitación cualquiera, en un apartamento cualquiera. Te quedaste fumando, viendo ahora el techo, descubriendo formas extrañas formadas por entre la rugosidad del tirol. De repente, estiraste la mano y tomaste tu vieja camiseta, esa que esta percudida y manchada, con el hoyo más grande que eh visto en alguna prenda tuya, esa con la que te ves tan bien. Te la pusiste, acomodándote el cabello sobre tu hombro. Te veías tan sensual, el olor a noche aún no desaprecia de tu cuerpo, que podría haber saltado de la cama y poseerte nuevamente, como la noche anterior en la cual gemías entre mis manos, me arañabas mi espalda, mientras yo me perdía entre ese monte de Venus que es tu cuerpo.

Lastima que un cordón envuelve mi cuello.

Caminaste hacia mi lado de la cama con esa elegancia que te caracteriza. Lentamente te pusiste en cuclillas, para así quedar frente a mí y poder besar mis labios fríos una ultima vez, mientras con esos dedos maravillosos, cerrabas mis ojos. Ahora la oscuridad, que lo envuelve todo, solo me ha dejado el recuerdo de esa ultima noche contigo, mientras mis oídos, atentos a todo lo que ocurre a mi alrededor, escuchan una detonación seca, justo a un lado de mí, cubriendo la piel de mi rostro de algo que parece liquido, no sé, no lo puedo ver, pero se siente caliente, así como lo es tu presencia en este mar de recuerdos y vejaciones...