Y al final solo nos quedamos nosotros mismos, con nuestros miedos, nuestros sueños y nuestra ropa


Y así fue que Lucio se encontró con Marcos. Caminando iban cuando de repente, esa serpiente color carne, con labios rojos como mariquitas y pechos grandes se les atravesó justo por en medio de los dos, sacando las miradas de lujuria y los bastones por sobre el pantalón. Ella camino indiferente, pero ellos se miraron uno al otro y decidieron que no había lugar para los dos en este mundo después de eso. Sacaron las dagas y comenzaron a pelear, manchando de sangre todo aquello que les rodeaba: los relojes, los sombreros, las camisas y los condones. Sangre con sabor a miel amarga, como cicuta, con pequeños puntos que se dirían estrellas, estrellas de todos los colores, azules, amarillas y color viento. Sí, sé que tal ves no lo conozcas, pero es muy bonito en realidad. Lo puedes ver cuando te echas en el pasto a fumarte a tu madre o cuando vas caminado sin llegar a ninguna parte. ¿Para qué caminar, si podemos nadar? Quién sabe, pero aquel que dio el primer paso en este mundo en decadencia, seguro era un inmaduro, que no sabia que en el lugar en donde caes, es donde debes echar raíces, como los perezosos, los arboles de café y las memorias. Ahí, sin hacer nada, solo esperando que el tiempo te lleve según su voluntad, según sus caprichos. Caprichos que terminan cayendo cerca de las mujeres, las niñas y los afeminados. Porque nadie sabe lo que tiene. Ni yo. ¿Para qué sirve amasar grandes cantidades de dinero si al final lo único que te llevaras a la otra vida es un buen traje (y ni ese, a lo mejor es rentado y van por el al día siguiente) unos buenos zapatos y unas buenas lagrimas hipócritas? Mejor junta grandes cantidades de odio, así, por lo menos cuando mueras, harás feliz a mucha gente. Pero no sé, solo sé que tengo dos cajetillas de cigarros y mucho improductivo tiempo libre. Que desperdicio haciendo cosas tontas como trabajar, comer y sonreír cuando me dicen "pendejo".  Ya lo dijeron los gnomos tompin y lombriz, seguro era un hijo de cañón. Que se la pasaba escupiendo, como el pene en el momento de mayor placer, cuando cierras sus (tus) manos sobre su cuello, viendo toda esa serie de cambios, primero la intriga, luego la confusión, después el horror para terminar en la esperanza de ver cara a cara a la muerte, saludándola despacio, -como esta usted querida muerte, tanto tiempo esperando, ¡Toda la vida!, pero bueno, que bueno que ya llego, deme su brazo que yo lo sigo. Yo solo digo que el tiempo no se da en los árboles. Hay que fabricarlo, quererlo, amamantarlo, como le hubiera hecho esa serpiente con sus grandes senos a Lucio y a Marcos, antes de que se apuñalaran hasta la muerte, muriendo lento, viendo la sangre caer a la tierra, donde pronto crecerá una flor blanca con líneas rosas y cuatro espinas en cada ramilla, frágil, como lo es la existencia del alma, la carne humana y los cuentos para colorear.

¿Y es que a caso alguien me puede decir que, siendo yo, no soy yo, si no lo que tú crees que soy?

  No hay comentarios.       Topic:

No hay comentarios.:

Publicar un comentario