Asesinato. Parte 2

Para que le agarres bien la onda a la historia (y si no leíste la entrada anterior) te recomiendo que cheques este post.



10:50 pm.

Verónica platicaba tranquilamente con Eduardo. Platicaban de sus planes a futuro, de la escuela de ella, del porqué lo despidieron del trabajo a él. Estaban sentados en el pasto de ese hermoso parque, cubierto por la luz de la luna y pequeñas farolas que le daban al lugar un aspecto de ensoñación. Estaban a unos diez metros de una pareja que se abrazaba fuertemente.

Eduardo se separó un poco de Verónica. Se levantó de su lugar, diciendo que tenía que orinar, que regresaba enseguida. Eduardo se perdió por entre los árboles, buscando un sitio lejos de las demás parejas, buscando privacidad. Se volvió una sombra.

Verónica lanzo un grito. Eduardo llego corriendo junto a ella. Pero no estaba donde la había dejado. Levanto la mirada y sus ojos se posaron en un grupo de gente, justo donde estaba la pareja que antes se abrazaba. Corriendo llego ante ellos, donde el cuerpo de un hombre yacía en el suelo. La chica que estaba con parecía fuera de sí. Gritaba y lloraba. Gritaba más fuerte. Lloraba más fuerte.

Eduardo dijo que lo conocía. Se llamaba Fernando. Y era el mismo tipo que le había dicho a su ex patrón que Eduardo le robaba en la tienda. Y por la culpa de esas habladurías, ahora Eduardo estaba sin empleo.

-Pinche maricón- dijo entre dientes.



10:50 pm.

Adriana se besaba apasionadamente con Félix. Su espalda estaba recargada contra una farola, dándole a aquel beso un toque de luz y encanto. Sus cuerpos exudaban pasión, sus manos se abrían temblorosamente por entre la las ropas, las manos de ella en la espalda de él, las manos de el en las nalgas de ella.

Sabiendo que explotarían en algún momento, Adriana le susurró al oído que tenía que ir al carro, abrir la guantera y traer los condones. Le dijo que la extrañara y su falda revoloteo gracias al viento, al pasar por entre los árboles. Se alejó. Se volvió una sombra.

Al regresar donde se suponía estaba Félix esperándola, vio un pequeño tumulto. Una mujer gritaba fuertemente, mientras una pareja trataba de consolarla. Se acercó un poco más y vio a Félix agachado ante lo que parecían unos pies. La banca de piedra no le permia ver el cuerpo de Fernando, el dependiente de una tienda de refacciones celulares. Pero al aproximarse un poco más, sus ojos se inyectaron en sangre y visiblemente enojada, trato de patearlo.

Félix la tomo del brazo y la jalo un poco. Los gritos de la chica eran cada vez más fuertes. Le pregunto, ¿qué te pasa? ¿que no ves que el pobre tipo está muerto?

-Se lo merece el pinche cerdo. Es el mismo estúpido que mató a mi hermano, y que gracias a un “vacío legal” salió libre hace 4 meses, después de pasar menos de un año en la cárcel- dijo, mientras la rabia, un poco de satisfacción y alivio, se leian en sus ojos.

Asesinato. Parte 1

10:52 pm.

Aquella sombra se deslizo suavemente entre los árboles. Se le vio venir, pero nadie reparo en ella. Nadie la tomo en cuenta, nadie pensaba en ella. Y aquella sombra cubierta por los árboles, se alejó, no sin antes, dejar tras de sí un grito ahogado que termino en silencio.

Un hombre yacía en el suelo, cerca de una banca. La fría luz de una farola dejaba entrever un poco su cuerpo. Tendría unos veintidós años, uno más, uno menos. Su rostro sé observaba bello, con el semblante de aquella persona que saluda a la muerte. Su cuerpo era el de una persona promedio, unos setenta y seis kilos, metro setenta de estatura, tez morena clara. Latino, sin duda. Y muerto. Una de sus manos tenía un pedazo de celofán rojo recortado en forma de corazón. Los presentes fueron llamados por los gritos histéricos de la chica que lo acompañaba. Sus mangas blancas se habían manchado de un rojo profundo. Al parecer ella lo abrazaba, mientras “alguien” lo asesinaba.

Eran seis personas esa noche. Tres parejas de ingenuos enamorados. Ahora, solo quedan cinco.

Consuelo de noche


Felicidades Mamá.


La noche baja lentamente. En medio de soles moribundos y calles solitarias. Bajando, sutilmente. Infinitamente.
Lunas con sabor a viento.
A melancolía.

La noche baja lentamente. Con su dosis de encanto y magia. Por sobre los rostros que añoran ver el cielo negro.
Lunas con sabor a lluvia.
A tristeza.

La noche baja lentamente. Cantando al oído una canción de rock suave. 
Lunas con sabor a madre.
A vida.

La noche baja lentamente. Cubriendo los sueños con su manto estelar. Cubriendo la nada con el todo.
Lunas con sabor a tierra.
A dolor de bajo vientre.

La noche baja lentamente. Regalándonos esos pequeños detalles. Esos detalles que hacen que den ganas de hacer el amor.
Lunas con sabor a mujer.
A pies descalzos.

La noche baja lentamente, infinitamente.
Con sus mil y una cosas. Con sus mil y un encantos.
Bajando, regalándonos un poco de oscuridad tranquila.


De oscuridad bendita.