¿Y si morir es la respuesta?


El cuarto yace a media luz. En una esquina, un tocador de madera corroída, donde las playeras y las camisas se desparraman en un doblez mal echo. La luz del monitor de una computadora parpadea, dando a la habitación un aire casi tétrico. Suena en algún lado The March And The Stream. Una mosca se posa en la pared. Las sombras del humo de un cigarro se mezclan entre el frio de la noche, la tristeza y la soledad.

Solo veo el techo. Busco la respuesta entre la rugosidad del tirol. Mi atrapa-sueños baila entre el susurro de mí respirar. No quiero vivir. Quiero dejar de pensar y que mi cuerpo se disuelva entre las lozas del piso. Quemar mi esencia, como la ceniza. Dejar de sentir el dolor que embarga mis sentidos. Terminar con todo. Y arrastrarme al infierno.

Me dejo llevar entre sueños de piel y molestar en la espalda. Extraño mi forma simple de ver las cosas. Extraño mi capacidad para reírme de los problemas. Te extraño.

Un vaho en mi ventana. Un nuevo cigarro. Dolor de cabeza. Cerveza. Triste noche de domingo, plagada de pesadillas y música, donde los sueños han perdido peso, donde la familia perdió el valor, donde esperar a morir se vuelve cotidiano, donde me siento ahorcado. Asfixiado en mi vida, asqueado de la sociedad y sus normas, vivir para tener. Un hoyo en el estómago, quemado por la acidez de no comer en dos días. Y mantenerse a base de café, cigarros y alcohol.

Me siento en el borde de la cama. Tomo mi bajo que cuelga de la pared. Enciendo el amplificador, dejando que el zumbeante ruido me aleje de mis pensamientos de suicidio y vacío. Vacío de afecto. Comienzo a tocar lentamente, invocando viejos recuerdos. Nunca pasa nada. Me cansa la vista de mi rostro ojeroso y desecho ante el espejo. Quisiera tu cuerpo junto al mío.

La vida parece distante. 3:00 a.m. y a pesar del cansancio físico, la mente parece revelarse ente las exigencias del cuerpo y no me permite pegar un parpado. Sigo pensando si hubiera. Si hubiera sido más listo y no me hubiera metido entre la mierda, solo para recoger un pedazo de papel. Si hubiera sembrado amistades, si hubiera pensado las cosas antes de dejarme llevar por la estupidez de la juventud, si hubiera ahorrado para tener algo mejor, en vez de vendarme los ojos ante una realidad que lejos de ser mía, parece de alguien más. Si hubiera respondido tus mensajes, si solo te hubiera robado un beso. Y no me queda nada.

Una araña baja por su fina cuerda. Se deja caer, rompiendo el viento. Y siento ganas de llorar. De sacar todo lo que guarda mi corazón, arrancármelo del pecho, tirarlo al suelo y aplastarlo con la fuerza de la pasión que aun queda dentro de mí. No quiero perderte.

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2 comentarios:

  1. A veces me siento así.

    Yo también me pregunto si la muerte es la respuesta a todo lo que no debemos preguntar.

    Pero,... ¿por qué no debemos preguntar?


    Saludos.

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  2. allizzia... creo que debemos seguir preguntando, aunque alla que morir en el intento

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