Soledad intransigente



Hola, vieja amiga. Hace tanto tiempo que te perdí. Fueron años. Me tomabas de la mano, me acompañabas cuando más lo necesitaba, creamos juntos, escribimos juntos, vivimos juntos. Éramos fieles el uno al otro. Conocimos lugares, conocimos gente, nos mudamos, regresamos. Y a pesar de que por pequeños lapsos nos separábamos, siempre estábamos, nos abrazábamos y continuábamos nuestro camino.

Un camino que un día se perdió.

Conocí a alguien, la conoces bien. De cierta manera me orillaste a buscarla. Una persona extraordinaria en todas sus letras. Me disté tu bendición, sabias que me dejabas en buenas manos y me fui, sin volver la vista atrás. Sabía que te tendría ahí, esperando a mi regreso. El único error es que esperabas que de vez en cuando te visitara de nuevo. Algo rápido, furtivo, para recordar las viejas andanzas, darnos un beso a la luz de la luna y volver, tú a tu rincón y yo a mi vida cotidiana. Pero no regrese, durante muchos años te deje olvidada, a ti, la madre de mis locuras y mis miedos, la amante que me definió algún día como ese metalero trovador, hippie bohemio, eternamentente enamorado de la soledad, la noche y de Clara. Me diste un nombre, una esencia y una razón de ser. Y yo te deje guardada, sin mirarte.

Y no supiste muchas cosas. La vida con ella fue un paseo en una montaña rusa. Un paseo que duro 8 años 1 mes exactos. Llena de emociones, gritos, alegrías, miedos, subidas y bajadas. Y segundos antes de terminar, la curva más alta -donde alcanzas a ver las estrellas en todo su esplendor- antes del final. Un final que ves a lo lejos acercarse poco a poco, te aferras a las barras de seguridad, sujetas la mano de tu compañero tan fuerte que llegas a lastimar. Pero la estación esta aquí, el tren a parado y te obligan a bajarte. Y ves como el tren se vuelve a poner en marcha, sin ti, y te quedas en el andén, esperando que algo pase. Esperando un empujón. Y así pasan las horas -días- hasta que decides dejar ese anden y buscar nuevas montañas rusas, pequeñas al principio, con cautela, para que cuando te bajes no sientas ese vacío que te dejo la primera. Y poco a poco vuelves a tener confianza. Una montaña a la vez.

Pero entre ese inter, entre montaña y montaña, te busco nuevamente. Pero ya no estas, te robó, así como yo me robé algo de ella. Y en mi desesperación por no encontrarte, me veo en la necesidad de redefinirte.

Soledad, vieja amiga. Hoy quiero que seas mas que un bello recuerdo de mi pasado. Quiero buscarte en las noches de mosquitos y en los días de niebla. Quiero la libertad que perdí, la intransigencia que olvidé. Quiero volver a crear, a soñar y a amar. Pero ahora, tomado de tu mano, sin dejarte atrás, sin cambiar ni dar todo, dejarme algo, a ti, a mi lado, siempre contigo. Quiero volver a ser yo mismo, con mis pasiones y mis fobias, pero, aunque suene contradictorio, una versión mejor. Quiero disfrutarTE. Quiero amarTE. Quiero acompañarTE. Llegar a donde sea que el destino me lleve y encontrarTE. Quiero sentirme un poco solo, a pesar de estar rodeado de personas. Porque sé que, si todos se van, tu estarás conmigo. Estaré conmigo mismo. Me disfrutare a mi mismo, me amare a mi mismo, me acompañare y me encontrare en cada paso del camino. Quiero redefinirte de esta manera. La soledad no es estar solo, es estar en compañía de uno mismo.

Así que hoy, después de muchos años, después de perderte y creer que nunca mas te volvería a ver, te vuelvo a encontrar. Me vuelvo a encontrar.

Solamente te pido una cosa: No permitas que me vuelva a perder.

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