ANA

Dos horas después...

-Hola.

-Quiero que me devuelvas mis libros. Quiero que me regreses mis discos. Quiero las horas perdidas, los besos gastados, los minutos de sombra. Quiero el cielo que te di.

-Y yo quiero que no hables nunca más.

El sonido de línea muerta se escuchó. Ella colgó.


-Y quiero que regreses conmigo.
Y el, aferrado al auricular de una caseta telefónica, lloró.



Dos minutos después...

La luz de un shadow 92 se mancho de rojo. La conductora giro el volante, tan bruscamente, que su hombro izquierdo golpeo la portezuela, provocandole un moretón enorme. Piso el acelerador, queriendo frenar. Solo vio cristales rotos, astillas de metal y sangre.

Como pudo, salio del metal humeante. Intento caminar, pero el dolor en sus pies era insoportable. La adrenalina la empujo hasta media calle y con la fuerza de sus pulmones, grito.

Se extendió sobre el objeto de su accidente. Su sangre cubría lo que antes hubiera pasado por un rostro agradable. Los huesos se abrían paso por entre musculo, grasa y piel. Su mano sostenía un celular.

Arranco el teléfono de esa mano inerte y se quedo helada. Ese reloj se le hacía familiar. Ese anillo lo había visto en alguna parte.

Temblorosa, encendió el celular y comenzó a llorar. Y sintió morir.



La ambulancia llego 15 minutos después. La escena, llena de curiosos y uno que otro morboso, era dantesca. Sangre, vísceras, huesos. Regados por toda la calle. Una manta cubría los cuerpos.

Levantaron la blanca tela. La cabeza de ella reposaba en lo que quedaba de hombro de él. El teléfono en su mano mostraba una foto de ella. Sin más tardanza le tomaron el pulso. Era débil, pero allí estaba. Era seguro que podrían rescatarla en el hospital. La subieron a una camilla y se alejaron.

El, fue recogido por el forense. Entre sus ropas, se encontró su cartera y su identidad. David. Y una nota.

Ana:
No dejo de pensar en ti, te amo. Pero creo que tú, ya me has olvidado. Y eso puedo aceptarlo. Pero no puedo más conmigo mismo. Me lastimo y me torturo cada vez. Y por eso, eh decido mandar todo a la chingada. Y mandarte a ti a la chingada.

Te amo.



Dos días después...

Ella despertó de su sueño. Se había pasado los días anteriores sedada y no podía recordar nada. Solo el echo de que había tenido un accidente y después ¡pum! un telón se cerraba sobre su mente y era todo. Y sin querer o saber por que, lloraba en las noches.



Dos años después...

Aquella mujer descansaba en su cama. Tenia horribles pesadillas y frecuentemente visitaba los viejos cementerios. Soñaba con el accidente. Y lloraba. Y aún no entendía porque. Y sin embargo, lloraba.

Aquel hombre descansaba bajo una capa de césped y tierra húmeda. Sus familiares lo habían enterrado cerca del abuelo. Y en su lápida se podía leer aquello que encontraron en su computadora y que el mismo hubiera deseado:


ANA (Hielo, Tragedia y un Te Amo al Viento)

  6 comentarios       Topic:

6 comentarios:

  1. Me ha impresionado esta entrada, triste final.

    Ana se quedó sola rumiando su tristeza.


    Saludos.

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  2. esta asturiana te da las gracias por deleitarnos y hacernos participes de tu bellisimo texto, un besin muy grande.

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  3. No se si yo soy una llorona o si el texto si está como para que se me hiciera el corazón de pollo. Gracias por la entrada =D.
    Gracias también por el comentario de mis ojos en la entrada del concurso =D.
    Hmm... Sobre tu duda: No creo que suceda eso de que 2 personas estén a la misma distancia del número de estrellas, pero por si las dudas: Si te pasas, perdiste.

    Dime un número!! jaja

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  4. El final... sniff. Jaja.
    Muy molona la entrada :D




    Saludos

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  5. una de esas historias que de leerlas te tambaléan y te desmadran una parte de tu ser... si leerlas o escucharlas de viva voz es una patada en los huevos, no quiero ni pensar que se sienta vivirlas... nadie está excento, eso es lo peor!!!

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