El indigente II


La sangre broto de su cráneo aun caliente. La sombra cubrió todo, dejando sueños e ilusiones sin guía. Él frió de la noche fungió como anónimo cómplice. Y todo por dinero.

9 de agosto.

Falta un día para pagar la renta del cuarto. Sin un peso, decidió llevar lo único que le quedaba a empeñar. Un viejo libro con pastas de cuero negro y hojas amarillentas. Escrito en 1678, relataba las crónicas de la inquisición. Bastante bello y bien cuidado, había pasado de generación en generación en su familia. Y hoy tenia que empeñarlo.
-200 pesos.
-¿Pero como?, es un ejemplar envidiable, en perfecto estado. ¿Como que 200 pesos?
-Es lo que hay, tomalo o no estés chingando.

Dos billetes de 100 cayeron en su mano, sucia por el sudor y la tierra de sus uñas. 200 pesos para pagar 800. ¡Gracias! economía mexicana.

Se fue a su cuarto maltrecho por la frialdad de sus demonios. Fue a acomodar su poca ropa, sus pocos trastos, sus muchos escritos. Sabia que no le perdonarían un mes más de renta sin pagar y por lo tanto dejaría el lugar en la noche, a buscar refugio en portal, una banca en el centro de la ciudad o una casa para indigentes.

10 de agosto.

Se levanto de la banca donde había pasado la noche anterior. El cabello largo y la barba que cubren su rostro no lo han protegido del frió cortante de la madrugada, y él roció le ha congelado las puntas de los dedos. Su vista busca sus cosas. No están. Baja la mirada y una lágrima perdida rueda por su mejilla. Impotencia. Rabia. Blasfemia. Su corazón esta rebosante de odio y desesperación. No le queda nada más. Solo sus pensamientos y su pluma.

11 de agosto.

190 pesos. Es todo lo que le queda. Si los cuida, suficientes para dos semanas, antes de empezar a pedir limosna. Él, que ha vendido miles de libros, ahora tiene que cuidar 190 pesos. ¿Donde está la justicia? Camina a lo largo de la carreta, esperando que un automovilista ebrio lo arrolle y a si poder terminar con su vida, pero con la ventaja de que no será su culpa. Sueños de monstruos e invierno cubren su mente, poco a poco, como la neblina bajado de la montaña. Sus manos traen unos guantes que un niño le dejo en su regazo. Y en su cabeza, sus demonios traman su insensible locura.

12 de agosto.

-¡Fíjate pinche pordiosero!

Aun camina a lo largo de la carretera. Quiere morir, pero no puede tomar la decisión. Y ahora solo le quedan 40 pesos. Tres botellas de tequila de mala calidad se salen de una chamarra apestosa que empieza a deshacerse en los hombros. Habré una botella y bebe, cayendo unas gotas en su manga, que rápido chupa, para que no las evapore el sol implacable. Le quema la garganta. Pero le llena el estomago.

Ebrio y sin destino. Ha caminado dos días enteros y su única compañía son los recuerdos. Un árbol se ve a lo lejos, con su gran copa y su generosa sombra. Parece un buen lugar para dormir un rato.

12 de agosto (unas horas después).

Las rodillas le duelen. Dormir al raso no es bueno para las articulaciones. Ve la mitad de un cigarro tirado en el suelo. Lo levanta, lo sacude y se lo lleva a la boca. Saca un encendedor y prende la hierba olorosa. Disfruta este pequeño regalo, tirado por gente sin cultura. Ve el atardecer, cegado por los colores rojiamarillos. Le miente la madre al dios en el que ha dejado de creer. Vuelve sus pasos por la carretera.

12 de agosto. 10:29 p. m.

Los carros pasan cada vez más cerca a su costado. No se inmuta, el alcohol lo sume en una nube de osadía. Habla con su respiración, le grita a la luna, se enoja con el viento. No sabe de si, ni su nombre, ni sus raíces. Y cae.

12 de agosto. 10:29.3 p. m.

El carro salta. Su cabeza golpea el toldo, lo que le deja un morado que no se distingue por entre la espesura de esa cabellera negra.

-¡Verga! mate un perro. Puta madre.

Detiene el coche. Revisa su facia, sus llantas, su defensa. No le paso nada. Voltea la vista atrás. Y unos ojos suplican en un gemido, mil palabras de auxilio. No puede creer lo que ve. El sudor frió le recorre la espalda. Jamas olvidara esos ojos. Le perseguirán a cada momento de su vida, en sueños, en recuerdos, en la eternidad. No es un perro. Es menos que eso.


*No les des dinero, dales empleo.
En memoria de mi tío, quien fue destrozado en la carretera Irapuato-Salamanca.

  4 comentarios       Topic:

4 comentarios:

  1. A mi me gusta.

    Es un memento con sabor a tequila.

    Seco. Triste. Rico. Caliente.

    Rápido.

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  2. Crudo,amargo, REAL!!!!
    Dark al fin pude leer tu libro, de nuevo felicidades! (tambien a Allizia).
    Me encanta su proyecto, me encantará colaborar alguna vez

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  3. no hay palabras que se puedan decir ante una situaciòn igual...

    carretera Irapuato-Salamnca, cuna de accidentes fatales

    ***
    La Diablesa

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  4. allizzia...Es un momento con sabor a muerte...

    Sugar...Gracias, y espero que en cuanto tengas chance me mandes tus ideas...

    Diablesa... No, no las hay... y lamentablemente alli tuvo que morir...

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