Crónica de un accidente

-Y ahora estoy aquí, borracho y loooco, y mi corazooón idiota, siempre brillaraaa.

La radio sonaba la vieja canción de los enanos verdes, la lluvia caía a raudales, la carretera curva y traicionera mostraba una vuelta cerrada. Adriana aferro el volante mientras bajaba la velocidad que no sobrepasaba los 70 km. Respiro hondo, pensando en el fin de curso. Maestra de profesión, había logrado sacar a flote hasta a Ricardo, el más flojo y desordenado de su clase. Pensaba en la graduación, en que vestido llevaría, que zapatos combinan. Quería que su esposo fuera, pero tendrían que pedir un día en el trabajo, ya que cubría horario de 3 a 11 de la noche. Entro a la curva, con el pie levantado, esperando tomar la curva, para acelerar y salir, cuando el caos se presento a sus ojos...

-Y yo te amareee, te amaree por siempre...

Los efectos de la blanca cocaina estaban por acabar. Había pasado día y medio conduciendo ese maldito camión de refresco, con su maldito asiento incomodo, su maldita calefacción que no servia y para colmo, no podía tomar de las botellas que llevaba atrás, las llaves las mandan por paquetería. Maldiciendo y quejándose de su patética vida, sus ojos se entrecierran e invade parte del carril de la derecha, solo por un segundo, un segundo demasiado tarde...

-Nena no te peines en la cama, que los viajantes, se van a'trasar...

La caja del camión colea con el brusco volanteo pero gracias a la velocidad, alcanza a golpear parte de la fasia de un tsuru gris que gira sin control, apenas han pasado 3 segundo y ya tiene 5 vueltas dadas, en parte gracias a la carretera mojada y las piedras sueltas. Solo los mezquites y las aves que buscan refugio en sus ramas son los anónimos espectadores. Vuelta tras vuelta, piensa en su esposo, su madre, el vestido, su sobrina, sus alumnos, el café con sus amigas a las 6, sus hermanos y sus deudas. Sobre todo, sus deudas. Si muriera, ¿quien las pagaría?

Escucha un fuerte ¡crack! que proviene del choque de su cráneo con el cristal. Sus piernas golpean el volante violentamente, las manos aferran el volante, como si de ello dependiera, literalmente, su vida, el cinturón de seguridad se ciñe a su cuello y no la deja respirar, aire, se asfixia, ¡¡necesita aire...!! Y de pronto, todo termina, no pasaron más de 5 segundos y al voltear a su alrededor, solo ve una barda de piedra, hierbas altas, sangre y metal humeante. La lluvia lo cubre todo, los rastros de la miseria, ahoga los pitidos del claxon. Pasan 5, 12, 21 minutos y nadie pasa por esa carretera olvidada de la mano de Dios, esto es una eternidad, la puerta no cede porque se ha doblado en un angulo extraño, la cabeza le duele, el cuello la mata.

Ve el retrovisor y piensa en detenerse. No lo hace, siempre ha sido un cobarde, nunca logro nada en su vida. ¿Y si murió? Mejor acelera, dejando atrás la estela de sus actos, sin saber que los demonios de la incertidumbre no lo dejaran dormir en paz, ya que no sabrá si mato o no a una persona.

Y Adriana piensa en su vestido, en su familia, en sus deudas. Llora, llora de tristeza, ira, y felicidad. Felicidad por estar viva.

-Y ahora estoy aquí, borracho y loooco, y mi corazooón idiota, simpre brillaraaa.

Juguemos


-¿Quieres jugar?
-¿A que?

-No lo sé, simplemente quiero jugar contigo, jugar con dragones y espadas, pensar en rescatar a una princesa de bellos ojos... O tal vez jugar a los juegos de antes, con canicas y trompos, ¿recuerdas mi trompo de madera, ese que siempre rompe los tuyos? Quiero jugar con los carritos de bombero y las patrulla desgastadas, jugar con pelotas de papel o ponerle una botella a la llanta de atrás de la bici y sentir que es una motocicleta. Quiero revivir lo que se siente saltar en la lluvia, dormir en la casa del vecino. Quisiera jugar contigo, tomado de la mano, para dar vuelta con el cielo sobre nuestras cabezas y las preocupaciones por los suelos. Quisiera jugar, reír, compartir y fantasear.

-Juguemos entonces. Hay que olvidarnos de nuestra edad y nuestras responsabilidades, aunque sea por una tarde, olvidarnos del trabajo y las envidias...Juguemos.

-¡Si!, juguemos a olvidar, a desaparecer, a renacer...