Algo se encuentra perdido

Algo se encuentra perdido
Cerca
Cierra tus ojos
Mira dentro de tu interior.

Muy adentro
Dime qué ves
Veo una cara rota
Y un corazón frío.

Siente
Siente mis dedos húmedos,
Mi respirar sofocante,
Y mi pensar cortante.

Cerca
Cerca
Cerca.

Pretendes encontrar algo
Algo que aún no es tuyo
Cuando los sueños comienzan
Tu búsqueda empieza.

Cuando la noche cubre un cielo estrellado
Te envicias con el aislamiento
Lo sientes parte de ti
Y no sabes como salir.

Soledad
Soledad
Oscuridad.

Aquelarre nocturno

Dos días después de lo acontecido en la casa de los sueños, no puedo pensar en nada más que en aquella extraña fotografía, una fotografía en la que se expresa la inocencia de un niño, pero que en la noche, se transforma en un ser difícil de catalogar.

Todo empezó en la víspera del 30 de abril, conocido en México como día del niño, pero en otras partes del mundo como la noche de walpurgis. La noche de Brujas.

Mi novia, quien pertenecía a una sociedad ocultista, me invito a una de sus celebraciones. Escéptico acepte su propuesta ya que me imaginaba un aquelarre medieval, con fogatas, orgías, danzas y viento. Cual seria mi sorpresa al descubrir que el "aquelarre" se llevaría acabo en uno de los departamentos más altos de la ciudad, con vista al parque central y amueblado al estilo minimista. Lo único que desentonaba con ese pasaje moderno era un cuadro que presentaba a un niño, con la sonrisa más expresiva jamas vista, con los ojos grandes y claros y una actitud angelical. El retrato estaba gastado de las puntas, polvoriento y muy viejo. Le calcule más de 50 años.

Al entrar a la espaciosa sala nos encontramos rodeados de 5 velas negras dispuestas en forma de estrella que, según me explicaron después, representaban los 4 elementos terrestres y el elemento espiritual. Todo se me hacía un poco raro y al parecer a las 6 personas que estaba allí también. No era común que alguien ajeno a su círculo se involucrara. Mi novia se acercó a la que parecía la bruja mayor y le dijo nempe videlicet sui ritus. La mujer pareció entender y me pidió que me sentara en una mesa cerca del cuadro.
El ritual comenzó.

Las mujeres comenzaron una extraña contorsión en la que sus manos se juntaban y se movían en círculos. Dos de ellas se acercaron lentamente hacia mí mientras se quitaban lentamente sus blusas. Me recostaron en la mesa, lentamente me desabrocharon la camisa y ataron mis manos. La música seguía y las demás danzaban frenéticamente. La luz de las velas parpadeaba mientras la bruja mayor sacaba un puñal de su bolsa. Él frió metal toco mi carne. La sangre brotaba mientras mis ojos se detenían en el cuadro. No era el mismo. Algo había cambiado. Su sonrisa antes delicada e infantil se tornaba más morbosa y sus ojos negros como la furia de una tempestad parecían observarme. Lentamente vi como cambiaba su rostro. El cabello crecía y las facciones se endurecían. Trate de voltear pero no pude. Sus ojos estaban en conexión con los míos. Mi sangre había sido derramada en una copa. Las mujeres bebían de ella, para después poder entregarse al placer de la carne en una orgía. Las 7 mujeres comenzaron a tocarme, a morderme, a besarme. Una de ellas poso su mano sobre mi miembro y comenzó a estimularlo. La erección fue lenta. Mientras una de ellas me ofrecía sexo oral otra exigía lo mismo. Cada una de ellas se fue turnando para disfrutar de mis regalos. Después cada una de ellas se posó sobre mí y comenzó a mover su cuerpo contra el mio. Así paso la noche, larga, fría y enigmática.

Al día siguiente desperté en mi apartamento. Los recuerdos llegaron a mi mente, como la briza marina empapa el rostro. Y aunque las memorias sobre el sexo estaban allí, el cuadro cubría todo. Es como si me hubiera transformado en él y el en mí. No me lo podía sacar de la cabeza, ni cuando llegue al trabajo o cuando mi jefe me llamo para los pendientes del día. Pareciera que lo único que veía era ese cuadro. Maldita el día en que acepte ir.

Salí del trabajo corriendo para encontrarme con mi chica. Casi rompí la puerta de cristal del local del que era recepcionista y le dije que quería hablar con ella. Respondió que faltaban 10 minutos para que saliera. Desesperado me senté en la banca y encendí un cigarrillo. Tenia meses sin fumar pero la situación era estresante. Al salir casi le grite que qué me estaba pasando. Raro, ella estaba riendo.

Aún no puedo explicar como olvide la noche que platique con ella. Solo sé que a media noche me encontraba desnudo en su cama mientras ella estaba muerta en mis brazos. Lo único que sé con certeza es que algo está creciendo dentro de mí. Algo que nunca había sentido. Algo que despierta al psicópata que todos tenemos dentro.