Sueños surrealistas

Después de mirar por debajo de la mesa, me doy cuenta de que algo está mal conmigo. Si, porque si te pones a pensar los gnomos, las hadas, los duendes, los dragones y las luciérnagas de luz multicolor no viven debajo de mi mesa. Así que salgo al patio y busco debajo del gran árbol parlante. No encuentro nada. Demonios. Tal vez vivan en la vieja fuente de cristal, donde los años pasan en un segundo y un segundo se parece a un año. Corro hacia ella y me detengo bruscamente. Una hoja de un color púrpura me envuelve, me transporta y me fusiona con lo que hay a mi alrededor. Se pueden distinguir las venas, por donde corre la miel y la leche. Me dejo llevar por ese nuevo mundo que despunta hacia la luna y el sol es tan pequeño que puedes guardarlo en una bolsa echa con cabellos y jugar a las canicas con él. Camino despacio por entre la hoja que se ha vuelto esfera y rueda lejos de mi vieja casa. Quiero observar todos los detalles de este mundo surrealista. El aire me acaricia la barbilla y canta, con voz irlandesa, una canción que parece un susurro. Me dejo llevar hasta la colina sonriente y tomo una nube, suave, tersa, con forma de cuerpo de mujer y la guardo en mi bolsa, mientras me dice que no la deje ir. Un conejo con cara de bebé me mira y me pregunta cual es mi nombre.

Mi nombre. No lo había pensado. Este mundo es muy bello para dejarlo ir y no quiero que mi viaje termine. No le respondo y me alejo hacia la fogata hecha con bombones. Allí hay varias personas. Tal vez pueda hablar con ellas. Mientras más me acerco, me doy cuenta de que son personas hechas con partes del cuerpo. Mira allí está el Señor Dedo Gordo que ha puesta una flamita en un palillo y se dispone a calentarla en los bombones. Oh y el señor Uña, siempre tan platicador. Al acercarme cada vez más mi cuerpo se va partiendo. Primero mi mano, después mi rodilla, luego sigue la oreja y así hasta que al final soy todo yo repartido en mil pedazos. Nos acercamos a la fogata y comenzamos a rodearla todos juntos cantando. Se unen los demás y saltamos y reímos. De nuevo nos preguntan cómo nos llamamos. No sé que responder. Así que en un intento para que me dejen aquí, les digo como llegue. Un labio se junta con el otro y la lengua se pone detrás de ellos. Abren la recién formada boca y sale una sola palabra. LSD.

Diario de un manicomio parte 4

Querido Diario:

Después de dos semanas por fin me han dejado salir. Estos malditos doctores me encerraron por lo del tenedor. Solamente me daban de comer pan duro y agua. Y me mojaron con una manguera. El agua estaba friísima y yo no tenía ropa. Me puse a llorar y eso no les importo. Me la van a pagar esos "doctores".

Otra cosa que se me hace raro es que mi mamá no haya venido a visitarme. Se supone que vendría la semana pasada y ni sus luces. Me da mucho miedo pensar que algo le haya pasado. También extraño mucho a mí papí. Extraño cuando me bañaba con él. Y el me enjabonaba todo mi cuerpecito. Era nuestro secretito decía. Y luego cuando llegaba mi mamá, corríamos y nos escondemos. Salia el primero y le decía que me estaba buscando. Y después me encontraba y nos poníamos a jugar a otras cosas. Era muy lindo.

Con Amor,
Mary.